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24 septiembre 2009

La tía Julia y sus lectores

Casi desaparecida en México, la radionovela acompañó a generaciones completas de radioescuchas y quizá entre las últimas de transmisión nacional se encuentran Chucho el Roto, Juan Charrasqueado, Porfirio Cadena ‘El ojo de vidrio’ y Kalimán, que aún a principios de los noventa conseguían mantener atento al auditorio con las peripecias de sus héroes correspondientes.
Y la relación entre radiofonía y prensa ha sido constante: los radio-noticieros continúan vigentes aún en nuestros días, adoptando la forma hablada aquello que está pensado originalmente para ser leído, a través de las páginas de diarios y revistas.
En el ambiente radial por excelencia de principios del último cuarto del siglo pasado, Mario Vargas Llosa escribe una novela que ha sido rodeada y envuelta por la polémica: ‘La tía Julia y el escribidor’. Considerada como una autobiografía ficticia sobre la experiencia de su primer matrimonio, dicha novela fue escrita cuando Vargas Llosa ya contaba un estatus y prestigio como escritor en el amplio horizonte de la literatura latinoamericana, es decir, entrado por completo en la madurez biológica y creadora.
Publicada en 1977, la dedicatoria de la novela es ya un guiño al lector, y más aún, a cierta lectora específica: ‘A Julia Urquidi Illanes, a quien tanto debemos yo y esta novela.’

Las edades del corazón
La novela juega con un elemento casi prohibido: la diferencia de edades entre el pretendiente y la mujer conquistada. Él estudia de una manera irregular, trabaja y sobre todo se embebe en la vida de la ciudad; el ajetreo de la calle es algo habitual, hasta cierto punto necesario: “Había boletines cada hora, de un minuto, salvo los de mediodía y de las nueve, que eran de quince, pero nosotros preparábamos varios a la vez, de modo que yo andaba mucho en la calle, tomando cafecitos en la Colmena, alguna vez en clases, o en las oficinas de Radio Central, más animadas que las de mi trabajo.”
El 15 de julio de 1955, cumplidos diecinueve años, se casa con Julia Urquidi, quien era su tía política. Ya para entonces Vargas Llosa había decidido entregarse por completo a su carrera de escritor, y ambos viajan a Europa, donde logran vivir un matrimonio que duraría hasta 1964: ella había nacido en 1926, y era diez años mayor que él.
Infinidad de entrevistas han corrido sobre la novela y Vargas Llosa ha conseguido hasta cierto punto seguir dando su versión de la historia. El matrimonio terminó, él escribe la novela y la dedica a Julia, enviándole el primer ejemplar con ‘una carta muy cariñosa’ que es contestada con otra carta en los mismos términos. Al decir de Vargas Llosa, la prensa se interesó en lo que sucedería con la publicación de la novela: la curiosidad no siempre fue bien intencionada, hubo morbo, amarillismo y chisme, llegando a enfriar y agriar la relación cordial entre el escritor y su ex-esposa.
Cuando Llosa publica dicha novela, tiene cuarenta años encima, y ya han aparecido algunas de sus grandes obras: La casa verde en 1966, Conversación en La Catedral en 1969. Incluso, La ciudad y los perros fue publicada estando aún casado con Julia, en 1963.
El episodio del distanciamiento público de Julia, y que Mario pareciera atribuir netamente a la prensa alcanzó un grado de aridez insospechado. Corrió el rumor de que Julia deseaba presentar una demanda en contra de Mario, por el uso de su nombre a lo largo y ancho de la novela. Consiguiendo lo que nadie había podido, Ricardo A. Setti entrevistó en varias ocasiones a Vargas Llosa y dio a la imprenta dichas entrevistas, reuniéndolas en un libro titulado ‘Sobre la vida y la política: Diálogo con Vargas Llosa’, publicado en 1989.
En el habla rápidamente sobre la relación con Julia, y cómo le afectó a ésta la campaña periodística, Mario afirma que nunca se trató realmente de un proceso, aunque al final Julia se irrita, cambiando su actitud. ‘Este fue el peor resultado que ha tenido La Tía Julia: el haber malogrado esa relación, que hasta entonces era cordial’.
Pasarían seis años antes de que Julia Urquidi diese a conocer ‘su propia versión de los hechos’. Y a Mario no le fue nada bien.

Lo que Varguitas no dijo
Publicado tras varios percances en 1983, ‘Lo que Varguitas no dijo’ es la narración autobiográfica de la compañera de ese Mario, escritor novicio. Ella pareciera ir al otro extremo, en la búsqueda de una justicia elemental. Tomando la figura ya mítica de Mario Vargas Llosa, lo devuelve a su estadio de hombre común, arrancándole la fama y la gloria para situarlo ante sus miedos, indecisiones, minuciosas traiciones, incluso varias veces se ha dicho que en este libro Mario resulta tener una consistencia demasiado ligera, estamos ante un escritor que comienza demasiado pronto a entrenarse en el juego de las intrigas, preocupado por la gloria más que por la escritura en sí.
La aparición de este libro estuvo también rodeada de amenazas veladas. Ya entonces Vargas Llosa gozaba de admiración mayúscula en Europa, y comenzaba a situársele en ese pedestal de semidiós en el que se ha mantenido una buena cantidad de años.
Julia confiesa: ‘no han sido pocas las dificultades que he tenido que vencer para que este libro salga a la luz, desde la amenaza velada -a través de terceras personas- hasta el querer silenciarme -con malas artes- con la compra de originales por una suma que no era de dejar pasar’.
¿Nos encontramos ante una apología y justificación por el libro, o sólo ante el trágico epílogo que corona una historia rodeada de publicidad y malos entendidos? La tentación de pensar en un ‘descargo’ jurídico –como lo menciona Vlad Zárate Alva, es grande, aunque hay que notar la congruencia evidente e innegable de dichas intrigas y amenazas que resultan ser los residuos, tentáculos vivos y vigentes, del pasado que ella plasma en su narración. Cinco mil ejemplares se vendieron en un mes de este libro, lo que habla del interés momentáneo que tuvieron estas rencillas para los lectores de Mario, constatado por el hecho de una traducción al inglés de la misma obra, publicada apenas cinco años más tarde, en 1988.
Editorialmente hablando, hay otro misterio que encierra ese volumen. Simultánea a su escritura, en 1981, el novelista español Enrique Cerdán Tato recibe la invitación de trasladarse a La Paz. Juan José Armas Marcelo en su libro ‘Vargas Llosa: el vicio de escribir’ anota:
“Le financiaban el viaje, la estancia, los gastos y, además, le daban una cierta cantidad de dinero, muy a tener en cuenta en esa época y siempre. ‘Por el trabajo’, me dijo Cerdán Tato. Le aconsejé que no lo hiciera, que no valía la pena, porque –sobre todo- no añadía nada a su vocación de novelista. Cerdán Tato decidió ir a La Paz. Unos meses más tarde, apareció en mi despacho editorial Ramón Serrano. Traía el original de Lo que Varguitas no dijo, escrito por Cerdán Tato y firmado por Julia Urquidi”.
Pero el libro que escribió Cerdán Tato no era el que sería publicado como ‘Lo que Varguitas no dijo’, Armas Marcelo prosigue poco después: “Hasta hace más o menos un par de años pensé que el libro que había leído bajo el título de Lo que Varguitas no dijo era el texto que Cerdán Tato había ayudado a escribir a Julia Urquidi. ‘Es otro – me dijo Ramón Serráno sacándome de mi error-. Lo tengo yo, y es el bueno, el de Cerdán Tato’. Este texto, inédito todavía, era una conversación entre Cerdán Tato y la señora Urquidi Illanes, transcrito de cintas magnetofónicas que –según Ramón Serrano- obran en poder del propio Cerdán Tato”.
Al parecer, la propia Julia no había quedado satisfecha con el primer resultado, y buscó la manera de reescribir su versión de los hechos, esta vez ayudada por alguien ‘con oficio’: el ayudante, escritor o transcriptor de ‘Lo que Varguitas no dijo’ permanece aún en el anonimato; ‘no sé quién lo escribió, ni quién, en todo caso, ayudó a Julia Urquidi a escribirlo’, confesó Ramón Serrano.

El aprendiz y la mujer
Novela rica, compleja y amena, La tía Julia y el escribidor es un raro espécimen en la narrativa latinoamericana. Tiene un final feliz muy al modo del ‘happy end’ anglosajón, inserta magistralmente el difícil ejercicio literario de ficciones dentro de la ficción –las creadas por Pedro Camacho- enredándolas con resultados sorprendentes, cómicos y trágicos por igual, deteniéndose en los pormenores de esa figura que el escritor maduro tiene de sí mismo, al verse como el aprendiz que en 1953 escribe cuentos ‘con gran inseguridad y mucho esfuerzo’, y consiguiendo uno de sus más cercanos logros en lo tocante a lo que Vargas Llosa considera la ‘novela total’. Los críticos aún siguen perplejos ante lo que parece ser una novela rosa, y también el análisis del proceso que deberá atravesar todo escritor y creador en algún momento de su vida: seguir el llamado imperioso de la letra, o dejar de lado la vocación y perderse en algún oficio, entendido como una mera ocupación laboral.
In medio virtus, reza el adagio latino. Y bien pudiera ser que la verdad que se encuentra detrás de la novela y la réplica resentida de Julia continúe aún escondida, esperando el momento oportuno de aparecer y poner las situaciones y a sus protagonistas en el sitio que les corresponde: el amor que se interrumpe continúa como un odio enconado. Y la respuesta de Julia, por agreste y despiadada que pueda ser, será también al mismo tiempo la confesión de un sentimiento que Vargas Llosa vivió a su manera: eran ellos los que tomaron la decisión de vivir esa aventura, a sabiendas de lo que podría sobrevenir.
“Estaba arrebatada, con los ojos brillantes y alegres y yo sentía que la quería mucho, estaba feliz de casarme con ella, y mientras esperaba que se lavara las manos y peinara, en el baño común del corredor, me juraba que no seríamos como todos los matrimonios que conocía, una calamidad más, sino que viviríamos siempre felices, y que casarme no me impediría llegar a ser algún día un escritor. La tía Julia salió por fin y fuimos andando, de la mano, a la Municipalidad.”
Sin saberlo, Julia Urquidi se casaba también con los millones de lectores que estarían atentos a lo que su esposo escribiría. Sin saberlo, Mario Vargas Llosa estaba a punto de tomar las riendas de su propia vocación, encaminándola hacia la meta que se había fijado claramente apenas terminada su adolescencia.
En su libro, Mario Vargas Llosa narró las últimas glorias de la radionovela, escribiendo –curiosamente- una novela que bien podría ser leída y transmitida por la radio sin perder un ápice su frescura. Lo que ha quedado de aquel Mario aprendiz de escritor, y aquella Julia enamorada y decidida es algo que sólo podemos entrever en sus libros; pareciera que el amor no termina y sólo se adormece, esperando el momento de resurgir, al pronunciar -o al escribir en el papel- el nombre de quien se ama.




XLVII LLL - 24 SEPTIEMBRE 2009 - La tía Julia y sus lectores
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Comentarios

Vladimir Zárate Alva ha dicho que…
Estimado Francisco:
Leo con mucho agradecimiento, atención y ganas tu publicación.
No hay mayor elogio que el que se te lea y se te cite. Y tú, al comentar sobre la relación de Vargas Llosa con Julia Urquidi, lo haces con generosidad.
Muchas gracias,
Vladimir Zárate Alva.
Francisco Arriaga ha dicho que…
Estimado Vladimir:

Grata sorpresas sigue brindándome este espacio, sobre todo con las visitas inesperadas y siempre gratas de quienes se toman parte de su valioso tiempo, en comentar.

Algo a que me obligó Libres libros de a libra como proyecto fue precisamente a buscar las referencias más acordes y esclarecedoras sobre cada tema abordado, uno de los más difíciles fue precisamente este, el de la relación entre el escritor y su ex-esposa. Si hay un mar de citas, notas y referencias, también es cierto que la mayoría ronda periféricamente sin atreverse a ahondar en los pormenores más humanos -y menos espectaculares- de la relación.

Por nuestras andanzas en los terrenos de la escritura podemos comprender cabalmente esto: la ficción cuando es excelente sobrepasa con frecuencia a la realidad, por más rica y colorida que pueda ser.

Qué gusto recibir un comentario suyo, y sobre todo, la certeza de que lo publicado haya sido de su agrado.

Salud.

Francisco Arriaga.
Anónimo ha dicho que…
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