La [necedad/necesidad?] de los cuentos de hadas*
Infinidad de apologías y defensas en favor de Harry Potter se basan en un solo argumento: la defensa de lo lúdico como origen de la literatura, y raíz y fundamento de la mal llamada 'literatura infantil'.
Se aduce que el carácter de la literatura 'para niños' debe ser precisamente de juego, la capacidad de hacer malabares con conceptos e ideas que permitan al intelecto del infante crecer, desarrollarse y mantener viva la chispa de la exploración, la maravilla y el descubrimiento que parecieran perderse, o atrofiarse, en la mayor parte de los adultos.
Tales apologías surgen falseadas al intentar establecer como punto de partida los tan llevados y traídos cuentos de hadas, e irremediablemente todas inciden en los cuentos de los hermanos Grimm, y los de Perrault. Quizá un poco menos, los de Andersen.
Dichos cuentos no fueron escritos propiamente para 'divertir' a los niños. Es más, los cuentos originales eran verdaderas historias de terror, cuya finalidad consistía más en asustar y prevenir a los infantes sobre los peligros que rodeaban las aldeas donde crecían, y lo mortíferas que podían resultar algunas situaciones, como el solo hecho de desviarse del sendero marcado para ir a la casa de la abuela.
En la versión original -rescatada y maquillada por el cuentista- Caperucita Roja no sólo es despedazada y después comida por el lobo, sino que asiste a un suculentísimo banquete donde el platillo principal fueron los bocadillos hechos con la carne molida de la abuela previamente asesinada. Caperucita los degusta con fruición, ante la mirada complaciente del lobo.
No hay ni leñador ni salvador alguno, Caperucita muere irremediablemente, devorada por el mal resguardado y oculto en el bosque, cuya sola figura y mención hizo sobrecoger el corazón y la razón de generaciones y generaciones de oyentes.
Ahora bien: si el carácter admonitorio de esos relatos, de esos cuentos de hadas en sus 'versiones originales' estaba dirigido sobre todo a los niños y adolescentes, también es de notar que todos esos cuentos eran narrados una y otra vez por los padres, las madres, los abuelos. No consistían en un mero ejercicio de reflexión infantil alrededor de un relato determinado, o en la repetición mecánica de una historia, sino en la actualización de los propios miedos y las advertencias que permanecían válidas aún para los adultos y las nuevas situaciones a que tenían que hacer frente.
Una creación cualquiera que tenga como finalidad la mera diversión -es decir, la pérdida de tiempo, la evasión, la distracción del medio circundante- responderá efectivamente a una situación determinada, envejeciendo irremediablemente tras un par de años. Lo saben los especialistas en modas y vanguardias.
En cambio, las amonestaciones encerradas en aquellas primeras narraciones siguen soportando sin mayores problemas la actualización constante, la reinterpretación y el análisis de sus distintos elementos.
Como se mencionó líneas arriba, a la defensa de lo lúdico acompaña infaltablemente la afirmación formulada como sigue: 'la pérdida de lo lúdico es lamentable en el adulto' o 'los adultos han olvidado al niño que llevan en su interior'.
Se verá que estas brazadas de ahogado esconden una realidad que es aplastante e innegable: un adulto que se comporta como niño más que merecer alabanza y elogio, terminará atado de pies y manos dentro del acolchado cuarto de una clínica psiquiátrica.
El mundo tal como lo conocemos ha sido creado por adultos, y sólo en últimas fechas comienza a ponerse de manifiesto que la niñez en cuanto tal necesita sus espacios y resguardar hasta donde sea posible su experiencia del mundo. Llegar a estas conclusiones no fue tarea fácil, ayudó mucho el psicoanálisis, y textos de la talla de 'Psicoanálisis de los cuentos de hadas' escrito por Bettelheim, quien estudia el papel que juegan las historias ya maquilladas en el desarrollo efectivo del infante. Pero advirtamos una cosa: maquillados y todo, los cuentos tienen como trasfondo historias no pensadas originalmente para divertir a los niños, sino para advertir sobre distintos peligros y las posibles respuestas ante esos peligros.
El maquillaje de las historias hace que el 'descubrimiento' del valor de la amistad, la lealtad, la traición, el coraje, la astucia, se de como punto de partida sobre una reflexión del propio crecimiento. A nadie hoy día se le ocurrirá leer un cuento sin maquillaje al infante antes de dormir, recostado ya en su cama: hacerlo sería cruel. Mas la versión suavizada, expurgada, puede leerse sin ninguna preocupación, ya que los condicionamientos si bien se encuentran en lo más oculto, perdidos en lo profundo del subconciente humano, siguen siendo los mismos. Se parte de una historia atroz para llegar por medio de una historia aparentemente inicua, a los niños actuales de forma tal que puedan entenderla.
En el caso de Harry Potter el procedimiento funciona al revés: el niño-mago no es una imagen surgida de la tradición oral cuentística ni tiene sus raíces en una herencia literaria determinada, es la proyección de las frustraciones, deseos, miedos y anhelos de cualquier infante moderno. Harry Potter no tiene límites, como tampoco lo tiene su antagonista incorpóreo, que no se toca el corazón cuando decide 'quitar del camino' a sus contrincantes.
Estamos ante el subconciente desatado de niños que buscan sin encontrar jamás, una salida, la forma de escape, a la muerte inevitable, que llegará en forma de un hechizo, una maldición, o una traición rastrera. Sus personajes no conocen límites, preocupados como están en conseguir una magia capaz de mutar cualquier cosa en otra, y que en un momento dado pueda defenderlos de un ataque a punta de varitas mágicas y conjuros cómicamente mal pronunciados.
¿Evasión, crecimiento, cultura, diversión? Sí, y más aún: libertinaje irrefrenado e irrefrenable. Es la libertad del niño que encuentra el revólver escondido por el padre, en el rincón más apartado e inaccesible del armario. El padre sabe que dicho revólver matará si es accionado en contra de alguna persona, el niño -y el adolescente incluso- sólo sabe que es un arma de defensa. Y también un arma de agresión con propiedades muy efectivas. ¿Tendrá dicho infante la claridad mental que le permita distinguir entre defensa y agresión? Lo dudo, y no parece que así sea.
Y también lo dudan quienes en este momento, en España, se enfrentan a las violaciones en masa perpetradas por 'niños' de no más de 14 años: se les abre efectivamente las puertas de la sexualidad con la pretendida ilusión de que también se les brinda educación y orientación sexual. La realidad muestra que ambas ceden fácilmente ante el instinto, ciego en toda su crudeza.
'Nadie, hasta donde sé, una vez que termina de leer El Señor de los Anillos sale a buscar la Comarca y a los elfos del bosque', se oye citar y decir frecuentemente. La respuesta a tal argumento es: porque sabemos que la Comarca y la Tierra Media fueron descritas por un autor que no buscaba que ambas fuesen encontradas, sino recreadas en el pensamiento. Harry Potter pretende 'enseñar a los niños a crecer', a madurar haciendo frente 'a todas esas situaciones que encontramos en el mundo real'. Pero no obviemos que dichas situaciones las afrontan los infantes con sus propios medios, desde su cosmovisión y con sus propias destrezas y habilidades. Nunca tampoco, con una varita en la mano, ni con conjuros mágicos que transformen una piedra en una rana. Pretender que el infante comprenda esto, es harto más complicado que explicarle a un graduado de preparatoria la Teoría General Unificada.
El adulto observa el lado lúdico, desde su perspectiva adulta, superada ya la etapa de la adolescencia, por más que suspire y añore dicha etapa en conjunto con su niñez.
El niño y el adolescente observan el lado práctico. Y es allí donde el aspecto lúdico tan defendido e invocado desaparece: en manos de los niños, las historias -y más que historias, proyecciones de instintos e impulsos reprimidos- son verdaderos 'manuales de buena conducta y costumbres'.
¿Usted como adulto puede distinguir la ficción y el juego, de la realidad? Entonces podrá leer a gusto y a sus anchas a Rowling como un ejercicio despiadado de extrovertida psicología infantil.
De lo contrario, en cuanto usted tome su varita mágica y comience a conjurar, correré a ponerme a salvo. Porque podrá tomar el viejo máuser del abuelo, y ni se dará cuenta de que este puede matar... realmente.
Igual que su varita mágica dentro de los libros.
Infinidad de apologías y defensas en favor de Harry Potter se basan en un solo argumento: la defensa de lo lúdico como origen de la literatura, y raíz y fundamento de la mal llamada 'literatura infantil'.
Se aduce que el carácter de la literatura 'para niños' debe ser precisamente de juego, la capacidad de hacer malabares con conceptos e ideas que permitan al intelecto del infante crecer, desarrollarse y mantener viva la chispa de la exploración, la maravilla y el descubrimiento que parecieran perderse, o atrofiarse, en la mayor parte de los adultos.
Tales apologías surgen falseadas al intentar establecer como punto de partida los tan llevados y traídos cuentos de hadas, e irremediablemente todas inciden en los cuentos de los hermanos Grimm, y los de Perrault. Quizá un poco menos, los de Andersen.
Dichos cuentos no fueron escritos propiamente para 'divertir' a los niños. Es más, los cuentos originales eran verdaderas historias de terror, cuya finalidad consistía más en asustar y prevenir a los infantes sobre los peligros que rodeaban las aldeas donde crecían, y lo mortíferas que podían resultar algunas situaciones, como el solo hecho de desviarse del sendero marcado para ir a la casa de la abuela.
En la versión original -rescatada y maquillada por el cuentista- Caperucita Roja no sólo es despedazada y después comida por el lobo, sino que asiste a un suculentísimo banquete donde el platillo principal fueron los bocadillos hechos con la carne molida de la abuela previamente asesinada. Caperucita los degusta con fruición, ante la mirada complaciente del lobo.
No hay ni leñador ni salvador alguno, Caperucita muere irremediablemente, devorada por el mal resguardado y oculto en el bosque, cuya sola figura y mención hizo sobrecoger el corazón y la razón de generaciones y generaciones de oyentes.
Ahora bien: si el carácter admonitorio de esos relatos, de esos cuentos de hadas en sus 'versiones originales' estaba dirigido sobre todo a los niños y adolescentes, también es de notar que todos esos cuentos eran narrados una y otra vez por los padres, las madres, los abuelos. No consistían en un mero ejercicio de reflexión infantil alrededor de un relato determinado, o en la repetición mecánica de una historia, sino en la actualización de los propios miedos y las advertencias que permanecían válidas aún para los adultos y las nuevas situaciones a que tenían que hacer frente.
Una creación cualquiera que tenga como finalidad la mera diversión -es decir, la pérdida de tiempo, la evasión, la distracción del medio circundante- responderá efectivamente a una situación determinada, envejeciendo irremediablemente tras un par de años. Lo saben los especialistas en modas y vanguardias.
En cambio, las amonestaciones encerradas en aquellas primeras narraciones siguen soportando sin mayores problemas la actualización constante, la reinterpretación y el análisis de sus distintos elementos.
Como se mencionó líneas arriba, a la defensa de lo lúdico acompaña infaltablemente la afirmación formulada como sigue: 'la pérdida de lo lúdico es lamentable en el adulto' o 'los adultos han olvidado al niño que llevan en su interior'.
Se verá que estas brazadas de ahogado esconden una realidad que es aplastante e innegable: un adulto que se comporta como niño más que merecer alabanza y elogio, terminará atado de pies y manos dentro del acolchado cuarto de una clínica psiquiátrica.
El mundo tal como lo conocemos ha sido creado por adultos, y sólo en últimas fechas comienza a ponerse de manifiesto que la niñez en cuanto tal necesita sus espacios y resguardar hasta donde sea posible su experiencia del mundo. Llegar a estas conclusiones no fue tarea fácil, ayudó mucho el psicoanálisis, y textos de la talla de 'Psicoanálisis de los cuentos de hadas' escrito por Bettelheim, quien estudia el papel que juegan las historias ya maquilladas en el desarrollo efectivo del infante. Pero advirtamos una cosa: maquillados y todo, los cuentos tienen como trasfondo historias no pensadas originalmente para divertir a los niños, sino para advertir sobre distintos peligros y las posibles respuestas ante esos peligros.
El maquillaje de las historias hace que el 'descubrimiento' del valor de la amistad, la lealtad, la traición, el coraje, la astucia, se de como punto de partida sobre una reflexión del propio crecimiento. A nadie hoy día se le ocurrirá leer un cuento sin maquillaje al infante antes de dormir, recostado ya en su cama: hacerlo sería cruel. Mas la versión suavizada, expurgada, puede leerse sin ninguna preocupación, ya que los condicionamientos si bien se encuentran en lo más oculto, perdidos en lo profundo del subconciente humano, siguen siendo los mismos. Se parte de una historia atroz para llegar por medio de una historia aparentemente inicua, a los niños actuales de forma tal que puedan entenderla.
En el caso de Harry Potter el procedimiento funciona al revés: el niño-mago no es una imagen surgida de la tradición oral cuentística ni tiene sus raíces en una herencia literaria determinada, es la proyección de las frustraciones, deseos, miedos y anhelos de cualquier infante moderno. Harry Potter no tiene límites, como tampoco lo tiene su antagonista incorpóreo, que no se toca el corazón cuando decide 'quitar del camino' a sus contrincantes.
Estamos ante el subconciente desatado de niños que buscan sin encontrar jamás, una salida, la forma de escape, a la muerte inevitable, que llegará en forma de un hechizo, una maldición, o una traición rastrera. Sus personajes no conocen límites, preocupados como están en conseguir una magia capaz de mutar cualquier cosa en otra, y que en un momento dado pueda defenderlos de un ataque a punta de varitas mágicas y conjuros cómicamente mal pronunciados.
¿Evasión, crecimiento, cultura, diversión? Sí, y más aún: libertinaje irrefrenado e irrefrenable. Es la libertad del niño que encuentra el revólver escondido por el padre, en el rincón más apartado e inaccesible del armario. El padre sabe que dicho revólver matará si es accionado en contra de alguna persona, el niño -y el adolescente incluso- sólo sabe que es un arma de defensa. Y también un arma de agresión con propiedades muy efectivas. ¿Tendrá dicho infante la claridad mental que le permita distinguir entre defensa y agresión? Lo dudo, y no parece que así sea.
Y también lo dudan quienes en este momento, en España, se enfrentan a las violaciones en masa perpetradas por 'niños' de no más de 14 años: se les abre efectivamente las puertas de la sexualidad con la pretendida ilusión de que también se les brinda educación y orientación sexual. La realidad muestra que ambas ceden fácilmente ante el instinto, ciego en toda su crudeza.
'Nadie, hasta donde sé, una vez que termina de leer El Señor de los Anillos sale a buscar la Comarca y a los elfos del bosque', se oye citar y decir frecuentemente. La respuesta a tal argumento es: porque sabemos que la Comarca y la Tierra Media fueron descritas por un autor que no buscaba que ambas fuesen encontradas, sino recreadas en el pensamiento. Harry Potter pretende 'enseñar a los niños a crecer', a madurar haciendo frente 'a todas esas situaciones que encontramos en el mundo real'. Pero no obviemos que dichas situaciones las afrontan los infantes con sus propios medios, desde su cosmovisión y con sus propias destrezas y habilidades. Nunca tampoco, con una varita en la mano, ni con conjuros mágicos que transformen una piedra en una rana. Pretender que el infante comprenda esto, es harto más complicado que explicarle a un graduado de preparatoria la Teoría General Unificada.
El adulto observa el lado lúdico, desde su perspectiva adulta, superada ya la etapa de la adolescencia, por más que suspire y añore dicha etapa en conjunto con su niñez.
El niño y el adolescente observan el lado práctico. Y es allí donde el aspecto lúdico tan defendido e invocado desaparece: en manos de los niños, las historias -y más que historias, proyecciones de instintos e impulsos reprimidos- son verdaderos 'manuales de buena conducta y costumbres'.
¿Usted como adulto puede distinguir la ficción y el juego, de la realidad? Entonces podrá leer a gusto y a sus anchas a Rowling como un ejercicio despiadado de extrovertida psicología infantil.
De lo contrario, en cuanto usted tome su varita mágica y comience a conjurar, correré a ponerme a salvo. Porque podrá tomar el viejo máuser del abuelo, y ni se dará cuenta de que este puede matar... realmente.
Igual que su varita mágica dentro de los libros.
*En la edición de hoy, dentro de Reloj de Arena, la sección 'Ciencia para desatarugarse' a cargo de Gerardo Fernández ofrece una apología en favor de Rowling y sus novelas sobre Harry Potter. Dicha apología ha sido escrita por Justo Serna.
La apostilla que aquí incluyo es una reflexión en torno a los argumentos presentados en dicha apología, como un ejercicio de clarificación en torno a mi participación de el día de hoy, dentro de la sección 'Libres libros de a libra'.
Francisco Arriaga.
Comentarios
Como haya sido, me enteré y vine a ver de qué se trataba, impecable, como siempre un artículo bien escrito como es tu costumbre, Francisco, si me permites la confianza.
Pero me intriga que se diga que Harry Potter provoca violencia. Como gente de formación en las ciencias duras, me gustaría alguna referencia a un estudio serio al respecto.
No soy flojo, estuve buscando por horas sin encontrar nada parecido, sólo lo habitual: religiosos alarmados y quema-libros.
Y de lo más serio que encontré parece no haber ningún consenso en este punto... Sería un buen tema para el siguiente Reloj.
Gracias de antemano.