El Manuscrito Voynich
El misterio
Pocos escritos han generado polémicas tan prolongadas como el llamado ‘Manuscrito Voynich’. Redactado a finales del siglo XV o principios del XVI, su escritura no ha podido ser traducida, por más que mentes tan brillantes como la del mago isabelino John Dee o el célebre jesuita Athanasius Kircher se aproximaron al documento, y tuvieron oportunidad de estudiarlo detalladamente.
Mucho tiempo se afirmó que el manuscrito fue escrito por Roger Bacon, aunque la fecha de datación hace muy improbable que Roger Bacon lo haya escrito de propia mano; algunas hipótesis resaltan las características de la pulcra y cuidada caligrafía para suponer que se trata de una versión en limpio de algún trabajo anterior, incluso algunos investigadores han lanzado la hipótesis de que el manuscrito en su forma tal sería escrito por un grupo variable de entre cinco y dieciocho personas, por la distinta caligrafía que se encuentra en sus páginas.
La versión que ha llegado a nosotros se encuentra a resguardo en la Universidad de Yale, en el departamento de Libros y Manuscritos raros de la Biblioteca Beinecke. Se advierte la falta de algunos folios: resulta prácticamente imposible saber qué cantidad y cuáles eran los faltantes. Las hojas conservadas han sido digitalizadas minuciosamente por la Universidad de Yale, y puede tenerse acceso en línea a las imágenes, con alta resolución, que permiten apreciar todos y cada uno de los detalles que aparecen en las distintas figuras, y en el texto que se encuentra a lo largo del manuscrito.
Una historia oscura
Los orígenes más remotos del manuscrito lo sitúan directamente en las manos del Sacro Emperador Romano Rodolfo II de Alemania: pagó por la obra 600 ducados de oro -en la creencia de que adquiría un libro de Roger Bacon- a John Dee, quien lo conservaba entre la colección de obras de Bacon que albergaba con otros manuscritos de este autor. Al parecer John Dee obtuvo 630 ducados, y su hijo recordaría posteriormente a su padre hojeando ‘a booke...containing nothing butt Hieroglyphicks, which booke my father bestowed much time upon: but I could not heare that hee could make it out’ [un libro… que no contenía otra cosa que Jeroglíficos, libro en el cual mi padre ocupó mucho tiempo: pero no pude escuchar que él haya podido hacer algo con el].
La historia a partir de este punto da varios saltos, al parecer el emperador dio el manuscrito a Jacobus Horcicky de Tepenecz. Más tarde, Johannes Marcus Marci de Cronland presenta el libro a Athanasius Kircher, siendo ya el año 1666. Interminables vericuetos en la lista de sucesores, en el año de 1912 Wilfred M. Voynich compra el manuscrito al Colegio Jesuita de Frascati –en las cercanías de Roma-. Las últimas noticias anotan que en 1969, el manuscrito fue donado a la Biblioteca Beinecke por H. P. Kraus, quien lo compró a Ethel Voynich, esposa de Wilfrid Voynich. La veracidad de los nombres de los diferentes propietarios, al menos en el caso de Jacobus Horcicky ha podido ser plenamente comprobada al examinar con luz ultravioleta la primer página del libro y encontrarse su nombre latinizado escrito en ella: ‘Jacobi de Tepenecz’.
Los enigmas
La polémica desatada alrededor del Manuscrito Voynich se desarrolla en distintos niveles o campos de estudio, cada uno relacionado directamente con un enigma. El primero y hasta hoy inquebrantable, es sobre el origen de la lengua y el alfabeto que ha sido utilizado para su escritura. De acuerdo con las modernas teorías lingüísticas, se trata de un lenguaje franco o llano y no de una serie de vocablos encriptados: las tendencias estadísticas en la aparición de diferentes palabras permiten dilucidar que se trataría de una lengua muy parecida al hebreo, o alguna otra lengua semítica, incluso se aventura el uso de una lengua indostánica. De tratarse de palabras cifradas, dicha frecuencia estadística desaparecería. Otro aspecto que fortalece la teoría de una escritura sin encriptar se encuentra en los trazos de las grafías del texto: son muy espontáneos y regulares, cosa imposible de lograr cuando se trata de copiar textos de un libro a otro, y más aún cuando se trata de copiar series cifradas de letras, o palabras: este es el fundamento del argumento según el cual los escribientes conocían a la perfección el lenguaje utilizado al escribir el libro.
Las ilustraciones ofrecen quizá los enigmas por excelencia que rodean el texto. Se ha hecho el intento de identificar las plantas que aparecen a lo largo del manuscrito con casi nulos resultados; sólo se ha podido clasificar cabalmente dos de las plantas dibujadas en el libro: el llamado ‘pensamiento silvestre’ y un tipo de ‘helecho’. El resto de los dibujos herbolarios no tiene aproximación alguna a las plantas actualmente estudiadas por la botánica. Estudiosos han examinado el manuscrito a la luz de microscopios dictaminando que en lugar de dibujos serían las plantas mismas quienes estarían presentes en cada una de las hojas: afirman que la vista microscópica permite apreciar las distintas células vegetales de la planta en lugar de los trazos de un dibujo cualquiera.
Iguales enigmas encierran otros dibujos e ilustraciones que adornan el libro. Se aprecian detallados grabados de constelaciones que hoy día no han sido descubiertas aún, y la disposición de los distintos signos zodiacales o astrológicos poca relación tienen con los utilizados comúnmente cuando el libro fue escrito. Los personajes y sus atavíos presentan una figura eminentemente europea, y las figuras de castillos, torres y paisajes permiten determinar que la fecha de su escritura se sitúa entre los años 1450 y 1520.
El orden del caos
A pesar de la falta de una clave que permita una traducción del texto, y la correcta catalogación de plantas y constelaciones, los estudiosos han conseguido llegar al acuerdo de dividir el manuscrito en seis grandes secciones, que serían: I Botánica, que contiene dibujos de 113 plantas de especies no identificadas, II Dibujos astronómicos y astrológicos que incluyen cartas astrales, con soles y lunas y círculos radiantes, algunos símbolos del Zodiaco [Piscis, Taurus y Sagitario], con figuras femeninas desnudas emergiendo de pipas y chimeneas, y figuras cortesanas, III Sección biológica que contiene una gran cantidad de desnudos femeninos, la mayoría de vientres abultados, inmersas o flotando en fluidos e interactuando con tubos interconectados y cápsulas, IV Un elaborado arreglo de nueve medallones cosmológicos, algunos de los cuales ocupan varios folios doblados y que parecen ser dibujos de formas geográficas, V Dibujos farmacéuticos de más de 100 diferentes especies de hierbas medicinales y raíces encerradas en jarrones o vasos en azul, rojo o verde y VI Páginas de texto continuo, probablemente recetas, con florecillas marginales en forma de estrella al principio de cada entrada.
Teorías
Entre las más extrañas teorías que se han elaborado alrededor del texto sobresalen tres. La primera, que el manuscrito sería un tratado ficticio de herbolaria alquímica, o astrológica -algo muy parecido a un herbario moderno, pero con dibujos y alfabeto inventados-, utilizado para impresionar a sus posibles lectores. La segunda, que los dibujos de plantas y aparentes galaxias no serían otra cosa que observaciones hechas mediante microscopios. Esta teoría se complementa con la hipótesis –no corroborada aún- de que Roger Bacon pudo haberse construido un telescopio con un espejo cóncavo, aunque el hecho de que hoy día no se hayan descubierto aún las galaxias dibujadas mina considerablemente esta teoría. Y la tercera, más inverosímil y atrevida, supone que el manuscrito contiene una serie de conocimientos tan peligrosos y avanzados para la humanidad, que el autor decidió ocultar todo para evitar la destrucción del género humano: entre estos conocimientos peligrosos estaría ‘el secreto de las Estrellas Novas’, así como energía más potente que la nuclear, relacionada directamente con la estructura de los quásares.
Un enigma elegante
En el mes de noviembre de 1976 Mary D’Imperio, investigadora y especialista en el Manuscrito Voynich, organizó el primer simposio alrededor del mismo. Sus resultados fueron publicados en revistas especializadas, y dieron por resultado un libro erudito titulado ‘New Research on the Voynich Manuscript: Proceedings of a Seminar’. Un par de años después publicó otro libro relacionado con el tema, cuyo título no ha perdido vigencia en los treinta años que han pasado desde su publicación: ‘The Voynich Manuscript: An Elegant Enigma’. Innegablemente, la elegancia de este enigma hecho libro permanece inalterable, imperturbable, desafiante y tan actual como el misterio mismo del destino humano.
Xxiiii Lll - 16 Abril 2009 - El Manuscrito Voynich
Los derechos sobre la cabecera, tipografías, diseño, colores, perfiles de color, gráficos y fotografía de los artículos ya impresos pertenecen única y exclusivamente a El Diario NTR Zacatecas.
Todos los derechos sobre el texto quedan reservados a su autor.
El misterio
Pocos escritos han generado polémicas tan prolongadas como el llamado ‘Manuscrito Voynich’. Redactado a finales del siglo XV o principios del XVI, su escritura no ha podido ser traducida, por más que mentes tan brillantes como la del mago isabelino John Dee o el célebre jesuita Athanasius Kircher se aproximaron al documento, y tuvieron oportunidad de estudiarlo detalladamente.
Mucho tiempo se afirmó que el manuscrito fue escrito por Roger Bacon, aunque la fecha de datación hace muy improbable que Roger Bacon lo haya escrito de propia mano; algunas hipótesis resaltan las características de la pulcra y cuidada caligrafía para suponer que se trata de una versión en limpio de algún trabajo anterior, incluso algunos investigadores han lanzado la hipótesis de que el manuscrito en su forma tal sería escrito por un grupo variable de entre cinco y dieciocho personas, por la distinta caligrafía que se encuentra en sus páginas.
La versión que ha llegado a nosotros se encuentra a resguardo en la Universidad de Yale, en el departamento de Libros y Manuscritos raros de la Biblioteca Beinecke. Se advierte la falta de algunos folios: resulta prácticamente imposible saber qué cantidad y cuáles eran los faltantes. Las hojas conservadas han sido digitalizadas minuciosamente por la Universidad de Yale, y puede tenerse acceso en línea a las imágenes, con alta resolución, que permiten apreciar todos y cada uno de los detalles que aparecen en las distintas figuras, y en el texto que se encuentra a lo largo del manuscrito.
Una historia oscura
Los orígenes más remotos del manuscrito lo sitúan directamente en las manos del Sacro Emperador Romano Rodolfo II de Alemania: pagó por la obra 600 ducados de oro -en la creencia de que adquiría un libro de Roger Bacon- a John Dee, quien lo conservaba entre la colección de obras de Bacon que albergaba con otros manuscritos de este autor. Al parecer John Dee obtuvo 630 ducados, y su hijo recordaría posteriormente a su padre hojeando ‘a booke...containing nothing butt Hieroglyphicks, which booke my father bestowed much time upon: but I could not heare that hee could make it out’ [un libro… que no contenía otra cosa que Jeroglíficos, libro en el cual mi padre ocupó mucho tiempo: pero no pude escuchar que él haya podido hacer algo con el].
La historia a partir de este punto da varios saltos, al parecer el emperador dio el manuscrito a Jacobus Horcicky de Tepenecz. Más tarde, Johannes Marcus Marci de Cronland presenta el libro a Athanasius Kircher, siendo ya el año 1666. Interminables vericuetos en la lista de sucesores, en el año de 1912 Wilfred M. Voynich compra el manuscrito al Colegio Jesuita de Frascati –en las cercanías de Roma-. Las últimas noticias anotan que en 1969, el manuscrito fue donado a la Biblioteca Beinecke por H. P. Kraus, quien lo compró a Ethel Voynich, esposa de Wilfrid Voynich. La veracidad de los nombres de los diferentes propietarios, al menos en el caso de Jacobus Horcicky ha podido ser plenamente comprobada al examinar con luz ultravioleta la primer página del libro y encontrarse su nombre latinizado escrito en ella: ‘Jacobi de Tepenecz’.
Los enigmas
La polémica desatada alrededor del Manuscrito Voynich se desarrolla en distintos niveles o campos de estudio, cada uno relacionado directamente con un enigma. El primero y hasta hoy inquebrantable, es sobre el origen de la lengua y el alfabeto que ha sido utilizado para su escritura. De acuerdo con las modernas teorías lingüísticas, se trata de un lenguaje franco o llano y no de una serie de vocablos encriptados: las tendencias estadísticas en la aparición de diferentes palabras permiten dilucidar que se trataría de una lengua muy parecida al hebreo, o alguna otra lengua semítica, incluso se aventura el uso de una lengua indostánica. De tratarse de palabras cifradas, dicha frecuencia estadística desaparecería. Otro aspecto que fortalece la teoría de una escritura sin encriptar se encuentra en los trazos de las grafías del texto: son muy espontáneos y regulares, cosa imposible de lograr cuando se trata de copiar textos de un libro a otro, y más aún cuando se trata de copiar series cifradas de letras, o palabras: este es el fundamento del argumento según el cual los escribientes conocían a la perfección el lenguaje utilizado al escribir el libro.
Las ilustraciones ofrecen quizá los enigmas por excelencia que rodean el texto. Se ha hecho el intento de identificar las plantas que aparecen a lo largo del manuscrito con casi nulos resultados; sólo se ha podido clasificar cabalmente dos de las plantas dibujadas en el libro: el llamado ‘pensamiento silvestre’ y un tipo de ‘helecho’. El resto de los dibujos herbolarios no tiene aproximación alguna a las plantas actualmente estudiadas por la botánica. Estudiosos han examinado el manuscrito a la luz de microscopios dictaminando que en lugar de dibujos serían las plantas mismas quienes estarían presentes en cada una de las hojas: afirman que la vista microscópica permite apreciar las distintas células vegetales de la planta en lugar de los trazos de un dibujo cualquiera.
Iguales enigmas encierran otros dibujos e ilustraciones que adornan el libro. Se aprecian detallados grabados de constelaciones que hoy día no han sido descubiertas aún, y la disposición de los distintos signos zodiacales o astrológicos poca relación tienen con los utilizados comúnmente cuando el libro fue escrito. Los personajes y sus atavíos presentan una figura eminentemente europea, y las figuras de castillos, torres y paisajes permiten determinar que la fecha de su escritura se sitúa entre los años 1450 y 1520.
El orden del caos
A pesar de la falta de una clave que permita una traducción del texto, y la correcta catalogación de plantas y constelaciones, los estudiosos han conseguido llegar al acuerdo de dividir el manuscrito en seis grandes secciones, que serían: I Botánica, que contiene dibujos de 113 plantas de especies no identificadas, II Dibujos astronómicos y astrológicos que incluyen cartas astrales, con soles y lunas y círculos radiantes, algunos símbolos del Zodiaco [Piscis, Taurus y Sagitario], con figuras femeninas desnudas emergiendo de pipas y chimeneas, y figuras cortesanas, III Sección biológica que contiene una gran cantidad de desnudos femeninos, la mayoría de vientres abultados, inmersas o flotando en fluidos e interactuando con tubos interconectados y cápsulas, IV Un elaborado arreglo de nueve medallones cosmológicos, algunos de los cuales ocupan varios folios doblados y que parecen ser dibujos de formas geográficas, V Dibujos farmacéuticos de más de 100 diferentes especies de hierbas medicinales y raíces encerradas en jarrones o vasos en azul, rojo o verde y VI Páginas de texto continuo, probablemente recetas, con florecillas marginales en forma de estrella al principio de cada entrada.
Teorías
Entre las más extrañas teorías que se han elaborado alrededor del texto sobresalen tres. La primera, que el manuscrito sería un tratado ficticio de herbolaria alquímica, o astrológica -algo muy parecido a un herbario moderno, pero con dibujos y alfabeto inventados-, utilizado para impresionar a sus posibles lectores. La segunda, que los dibujos de plantas y aparentes galaxias no serían otra cosa que observaciones hechas mediante microscopios. Esta teoría se complementa con la hipótesis –no corroborada aún- de que Roger Bacon pudo haberse construido un telescopio con un espejo cóncavo, aunque el hecho de que hoy día no se hayan descubierto aún las galaxias dibujadas mina considerablemente esta teoría. Y la tercera, más inverosímil y atrevida, supone que el manuscrito contiene una serie de conocimientos tan peligrosos y avanzados para la humanidad, que el autor decidió ocultar todo para evitar la destrucción del género humano: entre estos conocimientos peligrosos estaría ‘el secreto de las Estrellas Novas’, así como energía más potente que la nuclear, relacionada directamente con la estructura de los quásares.
Un enigma elegante
En el mes de noviembre de 1976 Mary D’Imperio, investigadora y especialista en el Manuscrito Voynich, organizó el primer simposio alrededor del mismo. Sus resultados fueron publicados en revistas especializadas, y dieron por resultado un libro erudito titulado ‘New Research on the Voynich Manuscript: Proceedings of a Seminar’. Un par de años después publicó otro libro relacionado con el tema, cuyo título no ha perdido vigencia en los treinta años que han pasado desde su publicación: ‘The Voynich Manuscript: An Elegant Enigma’. Innegablemente, la elegancia de este enigma hecho libro permanece inalterable, imperturbable, desafiante y tan actual como el misterio mismo del destino humano.
Referencias:
- Voynich manuscript. General Collection, Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Yale University.
- Jacques Bergier. Os livros malditos. Extracto del libro disponible en Scribd.
- The Voynich Manuscript. Versión digital del libro disponible en Internet Archive [formato pdf].
Xxiiii Lll - 16 Abril 2009 - El Manuscrito Voynich
Derechos reservados.
Los derechos sobre la cabecera, tipografías, diseño, colores, perfiles de color, gráficos y fotografía de los artículos ya impresos pertenecen única y exclusivamente a El Diario NTR Zacatecas.
Todos los derechos sobre el texto quedan reservados a su autor.
Comentarios