Paradise lost
Compañera de Homero, Bach, Galileo, Borges y Joyce, Milton tampoco se libró de su fatal presencia: quien fuera capaz de ofrecernos las imágenes exacerbadas de Lucifer luchando contra los elementos informes, sobreponiéndose al destierro y la soledad extremas para llegar y plantarse –espectador maldito- ante el hombre y hacerle caer en la primer tentación del género humano, terminó dictando los versos finales de su poema y corrigiendo de memoria, recitando una y otra vez pasajes enteros antes de sentir que su poema había quedado, finalmente, concluido. La ceguera le acompañaría los últimos años de su vida.
Personalidad en constante fluctuación de los extremos, John Milton [9 de diciembre de 1608 al 8 de noviembre de 1674] se desarrolló con vehemencia en la política y la literatura. De semblante más bien frágil, las ideas audaces y avanzadas sobre temas de religión contrastaban con el puritanismo que regía su vida; en la obra escrita recurre al clasicismo más puro, el fuego que era capaz de transmitir en la tribuna desaparecía mágicamente cuando tomaba la pluma y redactaba su obra palabra por palabra. El Paraíso perdido toma principalmente su material y tema de los primeros nueve capítulos del Génesis, aunque echando mano de tradiciones que no se relacionaban directamente con el texto sagrado; se reconocen por lo menos tres fuentes bien definidas.
La primera fue la obra de teatro escrita por Andreini que llevó por título ‘Adamo ossia il peccato originale’ [Adán o el pecado original], misterio que Milton tuvo oportunidad de ver representado en Italia y que a pesar de su baja calidad literaria prestó a Milton gran parte del argumento, que desarrollaría in extenso al escribir el Paraíso perdido. La crítica hace ver que la intención primera de Milton al trabajar sobre ese tema era elaborar una tragedia en forma, y para sostener esta hipótesis acuden al monólogo de Satanás, considerado uno de los más enérgicos y a la vez hermosos pasajes de la literatura inglesa.
Una segunda fuente sería el poema Paraphrase, atribuido comúnmente a Caedmon, poeta inglés del siglo VII, quien a su vez echa mano de pasajes del Génesis, el Éxodo y el libro de Daniel, y donde narra la caída de Satanás y los ángeles rebeldes, la creación del mundo, el paraíso terrestre y la caída de Adán y Eva.
La tercera fuente, casi contemporánea del poema mismo, es el poema Lucifer escrito en 1654 por Joost van den Vondel, considerado como el mejor dramaturgo de los Países Bajos. Con todo, estudios recientes ponen en tela de juicio esta última fuente, al considerar que los conocimientos de Milton sobre lenguas holandesas no le permitían consultar el libro original de Joost, y que las traducciones al inglés en las fechas de la escritura del Paraíso perdido no existían.
Más plausible resulta encadenar ambos libros, el Lucifer y el Paradise por una obra de Hugo Grotius [holandés también] titulada Adamus exul [El exilio de Adán, o ‘Adán exiliado’], escrita en 1601, con quien ambos poemas tienen mayor parentesco.
En su titánica tarea de reconstruir el relato de la caída del hombre, y su expulsión del Paraíso Terrenal, Milton se encarga de partir desde cero, atreviéndose incluso a delinear la historia sagrada previa a la creación del hombre, remitiéndose a la rebelión de los ángeles. Para lograr su cometido no duda en incorporar tradiciones paganas y helénicas a la trama de su poema, conjugándolas con los libros bíblicos antes mencionados.
Su poema sigue despertando admiración y simpatía al mostrar un Lucifer carcomido por el dolor y el rencor de saberse desterrado, luchando en una pelea que se advierte desigual –por la simpatía del Creador hacia el Hombre- y buscando sin tregua la perdición de este, reflexionando sobre sus propias acciones y como un orgulloso contrincante del Todopoderoso.
Imágenes poéticas -cargadas de contenido dramático y potencial gráfico insuperables- fueron también punto de partida para una serie de ilustraciones ampliamente conocidas: las grabadas por Gustav Doré. Entre otros ilustradores que se han servido del Paraíso perdido como tema principal de grabados y dibujos se encuentra William Blake. Y la atracción del poema es tanta, que ni Salvador Dalí pudo sustraerse a su influjo, en 1974 realizó una serie de diez litografías sobre temas del libro.
Además de jugar con la figura de un personaje previamente anatemizado y odiado, el Paraíso perdido es quizá la primera obra donde el peso completo de la acción y el discurso narrativo recae sobre un ‘anti-héroe’, deshaciéndose de cualquier formulación clásica que le emparente directamente con la tragedia. Y por si esto fuera poco, Milton tiene tiempo sobrado para delinear su propio punto de vista sobre temas tan espinosos dentro de la teología protestante como lo son el destino, la predestinación, y la Trinidad.
En 1652 Milton quedó completamente ciego. Sus hijas le leían cuanto libro necesitaba consultar, y le servían de amanuenses, dejando por escrito los versos que el poeta iba forjando en lo más profundo de su mente. La aparición del Paraíso perdido no tuvo un recibimiento tan benigno como pudiera pensarse, Milton estuvo buscando impresor y visitó a cuanto editor y librero pudo encontrar en Londres, hasta que Samuel Simmons le compró el poema en quince libras esterlinas -algunos biógrafos del poeta afirman que fueron sólo cinco-, y esto con la condición de que dicha cantidad le sería pagada una vez que la edición o tiraje inicial de la obra ya se hubiese vendido. Poco importó a Milton esta condición, el sueño y el afán de ver publicado su poema fructificó en la impresión de 1667, el tiraje de aquella ‘primera impresión’ [firft edition o 'impreffion'] fue de 1300 ejemplares, aunque se afirma que la cifra de 1500 ejemplares es más exacta: sería esta la cantidad necesaria para cubrir la oferta hecha a tres libreros que accedieron a colocar la obra de Milton en los estantes de venta al público. Todo indica que el recibimiento de la obra se dio no sin algún tipo de contratiempo, para el segundo tiraje –y previa consulta con el poeta- Simmons sustituye el nombre completo del poeta por las iniciales del mismo: J. M.
Los esbozos autobiográficos que aparecen en el Paraíso perdido son numerosos. Entre ellos resalta el lamento que se encuentra apenas iniciado el libro tercero:
[Con los años vuelven las estaciones; pero el día no vuelve nunca para mí; no veo ya los gratos crepúsculos de la mañana y de la tarde, ni la flor de la primavera, ni la rosa del verano, ni los rebaños, ni la faz divina del Hombre; tan sólo me rodean nubes y tinieblas que nunca se disipan].
Las causas de la ceguera de Milton se atribuyen a la lectura voraz de su infancia, también hay quienes afirman que la escritura de opúsculos y diatribas a favor de sus convicciones políticas le acarrearon un cansancio tal que terminó por agotar su capacidad visual.
Poética y acorde con el carácter y vida del poeta, es imposible escapar a la tentación de pensar que su ceguera se debió a la capacidad que tuvo de asistir a la gloria, caída y redención del hombre, sacrificando sus ojos ante la grandeza y el espectáculo de una creación que, inmersa en el caos y el infinito, seguirá estando bajo el cuidado del Padre Omnipotente, por más que el hombre siga sucumbiendo ante los llamados ciegos e irracionales del Señor de las tinieblas, y sus huestes.
Referencias:
Xxiii Lll - 09 Abril 2009 - Paradise Lost
Los derechos sobre la cabecera, tipografías, diseño, colores, perfiles de color, gráficos y fotografía de los artículos ya impresos pertenecen única y exclusivamente a El Diario NTR Zacatecas.
Todos los derechos sobre el texto quedan reservados a su autor.
Compañera de Homero, Bach, Galileo, Borges y Joyce, Milton tampoco se libró de su fatal presencia: quien fuera capaz de ofrecernos las imágenes exacerbadas de Lucifer luchando contra los elementos informes, sobreponiéndose al destierro y la soledad extremas para llegar y plantarse –espectador maldito- ante el hombre y hacerle caer en la primer tentación del género humano, terminó dictando los versos finales de su poema y corrigiendo de memoria, recitando una y otra vez pasajes enteros antes de sentir que su poema había quedado, finalmente, concluido. La ceguera le acompañaría los últimos años de su vida.
Personalidad en constante fluctuación de los extremos, John Milton [9 de diciembre de 1608 al 8 de noviembre de 1674] se desarrolló con vehemencia en la política y la literatura. De semblante más bien frágil, las ideas audaces y avanzadas sobre temas de religión contrastaban con el puritanismo que regía su vida; en la obra escrita recurre al clasicismo más puro, el fuego que era capaz de transmitir en la tribuna desaparecía mágicamente cuando tomaba la pluma y redactaba su obra palabra por palabra. El Paraíso perdido toma principalmente su material y tema de los primeros nueve capítulos del Génesis, aunque echando mano de tradiciones que no se relacionaban directamente con el texto sagrado; se reconocen por lo menos tres fuentes bien definidas.
La primera fue la obra de teatro escrita por Andreini que llevó por título ‘Adamo ossia il peccato originale’ [Adán o el pecado original], misterio que Milton tuvo oportunidad de ver representado en Italia y que a pesar de su baja calidad literaria prestó a Milton gran parte del argumento, que desarrollaría in extenso al escribir el Paraíso perdido. La crítica hace ver que la intención primera de Milton al trabajar sobre ese tema era elaborar una tragedia en forma, y para sostener esta hipótesis acuden al monólogo de Satanás, considerado uno de los más enérgicos y a la vez hermosos pasajes de la literatura inglesa.
Una segunda fuente sería el poema Paraphrase, atribuido comúnmente a Caedmon, poeta inglés del siglo VII, quien a su vez echa mano de pasajes del Génesis, el Éxodo y el libro de Daniel, y donde narra la caída de Satanás y los ángeles rebeldes, la creación del mundo, el paraíso terrestre y la caída de Adán y Eva.
La tercera fuente, casi contemporánea del poema mismo, es el poema Lucifer escrito en 1654 por Joost van den Vondel, considerado como el mejor dramaturgo de los Países Bajos. Con todo, estudios recientes ponen en tela de juicio esta última fuente, al considerar que los conocimientos de Milton sobre lenguas holandesas no le permitían consultar el libro original de Joost, y que las traducciones al inglés en las fechas de la escritura del Paraíso perdido no existían.
Más plausible resulta encadenar ambos libros, el Lucifer y el Paradise por una obra de Hugo Grotius [holandés también] titulada Adamus exul [El exilio de Adán, o ‘Adán exiliado’], escrita en 1601, con quien ambos poemas tienen mayor parentesco.
En su titánica tarea de reconstruir el relato de la caída del hombre, y su expulsión del Paraíso Terrenal, Milton se encarga de partir desde cero, atreviéndose incluso a delinear la historia sagrada previa a la creación del hombre, remitiéndose a la rebelión de los ángeles. Para lograr su cometido no duda en incorporar tradiciones paganas y helénicas a la trama de su poema, conjugándolas con los libros bíblicos antes mencionados.
Su poema sigue despertando admiración y simpatía al mostrar un Lucifer carcomido por el dolor y el rencor de saberse desterrado, luchando en una pelea que se advierte desigual –por la simpatía del Creador hacia el Hombre- y buscando sin tregua la perdición de este, reflexionando sobre sus propias acciones y como un orgulloso contrincante del Todopoderoso.
Imágenes poéticas -cargadas de contenido dramático y potencial gráfico insuperables- fueron también punto de partida para una serie de ilustraciones ampliamente conocidas: las grabadas por Gustav Doré. Entre otros ilustradores que se han servido del Paraíso perdido como tema principal de grabados y dibujos se encuentra William Blake. Y la atracción del poema es tanta, que ni Salvador Dalí pudo sustraerse a su influjo, en 1974 realizó una serie de diez litografías sobre temas del libro.
Además de jugar con la figura de un personaje previamente anatemizado y odiado, el Paraíso perdido es quizá la primera obra donde el peso completo de la acción y el discurso narrativo recae sobre un ‘anti-héroe’, deshaciéndose de cualquier formulación clásica que le emparente directamente con la tragedia. Y por si esto fuera poco, Milton tiene tiempo sobrado para delinear su propio punto de vista sobre temas tan espinosos dentro de la teología protestante como lo son el destino, la predestinación, y la Trinidad.
En 1652 Milton quedó completamente ciego. Sus hijas le leían cuanto libro necesitaba consultar, y le servían de amanuenses, dejando por escrito los versos que el poeta iba forjando en lo más profundo de su mente. La aparición del Paraíso perdido no tuvo un recibimiento tan benigno como pudiera pensarse, Milton estuvo buscando impresor y visitó a cuanto editor y librero pudo encontrar en Londres, hasta que Samuel Simmons le compró el poema en quince libras esterlinas -algunos biógrafos del poeta afirman que fueron sólo cinco-, y esto con la condición de que dicha cantidad le sería pagada una vez que la edición o tiraje inicial de la obra ya se hubiese vendido. Poco importó a Milton esta condición, el sueño y el afán de ver publicado su poema fructificó en la impresión de 1667, el tiraje de aquella ‘primera impresión’ [firft edition o 'impreffion'] fue de 1300 ejemplares, aunque se afirma que la cifra de 1500 ejemplares es más exacta: sería esta la cantidad necesaria para cubrir la oferta hecha a tres libreros que accedieron a colocar la obra de Milton en los estantes de venta al público. Todo indica que el recibimiento de la obra se dio no sin algún tipo de contratiempo, para el segundo tiraje –y previa consulta con el poeta- Simmons sustituye el nombre completo del poeta por las iniciales del mismo: J. M.
Los esbozos autobiográficos que aparecen en el Paraíso perdido son numerosos. Entre ellos resalta el lamento que se encuentra apenas iniciado el libro tercero:
Thus with the Year
Seafons return, but not to me returns
Day, or the fweet approach of Ev'n or Morn,
Or fight of vernal bloom, or Summers Rofe,
Or flocks, or herds, or human face divine;
But cloud in ftead, and ever-during dark
Surrounds me.
[Con los años vuelven las estaciones; pero el día no vuelve nunca para mí; no veo ya los gratos crepúsculos de la mañana y de la tarde, ni la flor de la primavera, ni la rosa del verano, ni los rebaños, ni la faz divina del Hombre; tan sólo me rodean nubes y tinieblas que nunca se disipan].
Las causas de la ceguera de Milton se atribuyen a la lectura voraz de su infancia, también hay quienes afirman que la escritura de opúsculos y diatribas a favor de sus convicciones políticas le acarrearon un cansancio tal que terminó por agotar su capacidad visual.
Poética y acorde con el carácter y vida del poeta, es imposible escapar a la tentación de pensar que su ceguera se debió a la capacidad que tuvo de asistir a la gloria, caída y redención del hombre, sacrificando sus ojos ante la grandeza y el espectáculo de una creación que, inmersa en el caos y el infinito, seguirá estando bajo el cuidado del Padre Omnipotente, por más que el hombre siga sucumbiendo ante los llamados ciegos e irracionales del Señor de las tinieblas, y sus huestes.
Referencias:
- Paradise lost as originally published by John Milton being a facsimile reproduction of the first edition (1877). Versión electrónica disponible en Internet Archive.
Xxiii Lll - 09 Abril 2009 - Paradise Lost
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Todos los derechos sobre el texto quedan reservados a su autor.
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