Magiae Naturalis
Inmersa en la trascendencia desde sus más lejanos orígenes, la capacidad inventiva del hombre le ha permitido encontrar la explicación a distintos fenómenos naturales, que atribuidos primariamente a los dioses o entidades incorpóreas, han podido ser explicados echando mano de la ciencia como tal. Y aunque pudiéramos pensar que la fascinación del hombre por lo oculto -por la magia, o por aquello a lo que no hay explicación cabal- podría mitigarse un poco debido al conocimiento alcanzado en los últimos siglos, la realidad es que esta búsqueda de lo mágico se ha mantenido intacta y sigue seduciendo incluso a hombres versados en distintas áreas, a los que no se puede juzgar de ingenuos o ilusos.
Giambattista Della Porta nació en Nápoles en 1540 y murió en 1615. Niño prodigio, a los diez años podía escribir ‘discursos memorables’ en griego, latín e italiano; a la edad de quince años ya le era reconocido su dominio del latín que hablaba con elegancia, y con tal suficiencia que equiparaba al dominio que tenía de su lengua natal. Y a los veinte años de edad lo encontramos escribiendo los primeros tres libros de la Magia Natural.
Sus años de instrucción lo vemos viajando ampliamente por Europa: Francia, Italia, España, Portugal, Alemania e Inglaterra, visitando museos, consultando infinidad de bibliotecas y relacionándose con distintos sabios, visitando los laboratorios de las Universidades más prestigiosas; todo eso confluirá después en el reconocimiento y estima que se profesó a este hombre, considerado discípulo prominente de Girolamo Cardano –matemático italiano, físico, astrólogo y aficionado a los juegos de azar- y estudioso de la obra de Arnaldo de Vilanova –médico, teólogo y reformista religioso y social que vivió en Valencia en el siglo XIII-.
Terminando sus años de viaje y estudio, regresó a Nápoles donde fue uno de los fundadores de dos Academias, la primera llamada ‘De los Ociosos’, que contrario a su nombre, reunía a los trabajadores más sobresalientes y renombrados de la ciudad, y la ‘Academia de los Secretos’, con una tendencia científica y dedicada al estudio de la Naturaleza.
Fue precisamente esta última, la Academia de los Secretos, la que lo metería en apuros al pensarse que se trataba de un grupo destinado a estudiar artes mágicas –por mucho que fueran llamadas Magia Natural-. Lo que desencadenó esta oleada de acusaciones fue efectivamente un hecho curioso: públicamente Della Porta , y quizá con la intención de maravillar a los oyentes y acarrearse más miembros para su Academia, se atrevió a hacer algunas predicciones sobre distintos asuntos –tentativamente de tipo atmosférico- y de esas predicciones hubo varias que se cumplieron. Coincidencias u ‘ojo clínico’ para esas cuestiones, la fama de tales predicciones corrió por todo el país y una verdadera turba comenzó a buscarlo, deseando consultar a Della Porta sobre el porvenir de distintas minucias monetarias, sociales, religiosas o económicas.
Las acusaciones no se hicieron esperar, hubo quien manifestó haberle oído afirmar ‘poseer el poder de manejar los elementos a su antojo, leer el porvenir como si se tratara de un libro abierto, invocar a los muertos y disponer a voluntad sobre la vida de hombres y animales’ [della Porta avait dit publiquement qu'il possédait la puissance de commander aux éléments et de lire dans l'avenir comme dans un livre ouvert, d'évoquer les morts et de disposer à volonté de la vie des hommes et des animaux].
Acusaciones graves, al científico se le ordenó acudir ante el Papa Pablo V para justificar su proceder. Giambattista marcha obediente, para establecer absolutamente ante Pablo V que dichas acusaciones se tratan más bien de falsedades de la gente envidiosa de su saber y conocimiento científico. Al parecer el Papa se dio por satisfecho con su explicación, aunque no le permitió regresar a la Academia, que siguió su propio curso el tiempo que él estuvo en la Santa Sede. Al mismo tiempo, los miembros de la Academias y Liceos de Roma se encargaban de manifestar públicamente su admiración y respeto al científico. De regreso a Nápoles Giambattista se da con más ahínco a sus estudios.
Publicada en 1589, la Magiae Naturalis Libri XX [Los XX libros de Magia Natural, y publicado en francés con el rimbombante título de ‘La Magie Naturelle ou les Secrets et Miracles de la Nature’] discurre sobre diferentes cuestiones de botánica, física, matemática. Empero, H. Daragon, el editor de la reimpresión de 1913 hecha sobre la edición francesa de 1631 no vacila un momento al afirmar que la mescolanza de temas también contiene un gran número de puerilidades, más que otra cosa por su fidelidad a las autoridades científicas y de los distintos libros que él aún respetaba, consultaba y seguía. Los títulos de algunos capítulos de esa obra despejan toda duda: ‘De cómo el amor se puede engendrar y de las cosas que retienen la virtud de los medicamentos amorosos’, ‘cómo se pueden falsificar las piedras preciosas de diversas maneras’, ‘cómo cultivar una mandrágora’, ‘sobre diferentes frutos y vinos deliciosos y medicinales’.
Con todo, Daragon ha rescatado el testimonio del lugar que Della Porta tenía entre sus contemporáneos al escribir que: ‘plus qu'aucun autre savant de son temps, il répandit le goût des sciences naturelles, auxquelles il rendit d'importants services. Il s'attacha le plus souvent à ramener à des lois générales les phénomènes alors inexpliqués et quelquefois à les expliquer par des causes naturelles; il dénonça les manoeuvres d' alchimistes charlatans et porta ses investigations sur de nombreux points de physique. On lui doit la découverte de la chambre obscure, ainsi qu'un grand nombre d'expériences d'optique très curieuses. Il a beaucoup écrit sur les miroirs planes, convexes, ardents, etc., et plusieurs auteurs lui attribuent même la première idée des télescopes’ [‘más que cualquier otro sabio de su tiempo tuvo el gusto por las ciencias naturales, a las que hizo importantes servicios, resaltando como el más entendido al aplicar las leyes generales a fenómenos antaño inexplicables y algunas veces al explicar sus causas naturales. Denunció las maniobras de alquimistas charlatanes e hizo distintas investigaciones en distintos campos de la física. Descubrió la cámara oscura, al igual que otro gran número de fenómenos ópticos muy curiosos. Escribió bellamente sobre los espejos planos, convexos, ardientes, y algunos sabios le han atribuido las primeras ideas de los telescopios’].
Figura casi olvidada en nuestros días, Della Porta se perfila como uno de los primeros hombres en buscar una explicación científica a los fenómenos naturales, y aunque puedan encontrarse en sus libros los últimos resabios de una concepción mágica del mundo y la Naturaleza, conserva para nosotros una visión del cosmos ya casi perdida.
Inmersa en la trascendencia desde sus más lejanos orígenes, la capacidad inventiva del hombre le ha permitido encontrar la explicación a distintos fenómenos naturales, que atribuidos primariamente a los dioses o entidades incorpóreas, han podido ser explicados echando mano de la ciencia como tal. Y aunque pudiéramos pensar que la fascinación del hombre por lo oculto -por la magia, o por aquello a lo que no hay explicación cabal- podría mitigarse un poco debido al conocimiento alcanzado en los últimos siglos, la realidad es que esta búsqueda de lo mágico se ha mantenido intacta y sigue seduciendo incluso a hombres versados en distintas áreas, a los que no se puede juzgar de ingenuos o ilusos.
Giambattista Della Porta nació en Nápoles en 1540 y murió en 1615. Niño prodigio, a los diez años podía escribir ‘discursos memorables’ en griego, latín e italiano; a la edad de quince años ya le era reconocido su dominio del latín que hablaba con elegancia, y con tal suficiencia que equiparaba al dominio que tenía de su lengua natal. Y a los veinte años de edad lo encontramos escribiendo los primeros tres libros de la Magia Natural.
Sus años de instrucción lo vemos viajando ampliamente por Europa: Francia, Italia, España, Portugal, Alemania e Inglaterra, visitando museos, consultando infinidad de bibliotecas y relacionándose con distintos sabios, visitando los laboratorios de las Universidades más prestigiosas; todo eso confluirá después en el reconocimiento y estima que se profesó a este hombre, considerado discípulo prominente de Girolamo Cardano –matemático italiano, físico, astrólogo y aficionado a los juegos de azar- y estudioso de la obra de Arnaldo de Vilanova –médico, teólogo y reformista religioso y social que vivió en Valencia en el siglo XIII-.
Terminando sus años de viaje y estudio, regresó a Nápoles donde fue uno de los fundadores de dos Academias, la primera llamada ‘De los Ociosos’, que contrario a su nombre, reunía a los trabajadores más sobresalientes y renombrados de la ciudad, y la ‘Academia de los Secretos’, con una tendencia científica y dedicada al estudio de la Naturaleza.
Fue precisamente esta última, la Academia de los Secretos, la que lo metería en apuros al pensarse que se trataba de un grupo destinado a estudiar artes mágicas –por mucho que fueran llamadas Magia Natural-. Lo que desencadenó esta oleada de acusaciones fue efectivamente un hecho curioso: públicamente Della Porta , y quizá con la intención de maravillar a los oyentes y acarrearse más miembros para su Academia, se atrevió a hacer algunas predicciones sobre distintos asuntos –tentativamente de tipo atmosférico- y de esas predicciones hubo varias que se cumplieron. Coincidencias u ‘ojo clínico’ para esas cuestiones, la fama de tales predicciones corrió por todo el país y una verdadera turba comenzó a buscarlo, deseando consultar a Della Porta sobre el porvenir de distintas minucias monetarias, sociales, religiosas o económicas.
Las acusaciones no se hicieron esperar, hubo quien manifestó haberle oído afirmar ‘poseer el poder de manejar los elementos a su antojo, leer el porvenir como si se tratara de un libro abierto, invocar a los muertos y disponer a voluntad sobre la vida de hombres y animales’ [della Porta avait dit publiquement qu'il possédait la puissance de commander aux éléments et de lire dans l'avenir comme dans un livre ouvert, d'évoquer les morts et de disposer à volonté de la vie des hommes et des animaux].
Acusaciones graves, al científico se le ordenó acudir ante el Papa Pablo V para justificar su proceder. Giambattista marcha obediente, para establecer absolutamente ante Pablo V que dichas acusaciones se tratan más bien de falsedades de la gente envidiosa de su saber y conocimiento científico. Al parecer el Papa se dio por satisfecho con su explicación, aunque no le permitió regresar a la Academia, que siguió su propio curso el tiempo que él estuvo en la Santa Sede. Al mismo tiempo, los miembros de la Academias y Liceos de Roma se encargaban de manifestar públicamente su admiración y respeto al científico. De regreso a Nápoles Giambattista se da con más ahínco a sus estudios.
Publicada en 1589, la Magiae Naturalis Libri XX [Los XX libros de Magia Natural, y publicado en francés con el rimbombante título de ‘La Magie Naturelle ou les Secrets et Miracles de la Nature’] discurre sobre diferentes cuestiones de botánica, física, matemática. Empero, H. Daragon, el editor de la reimpresión de 1913 hecha sobre la edición francesa de 1631 no vacila un momento al afirmar que la mescolanza de temas también contiene un gran número de puerilidades, más que otra cosa por su fidelidad a las autoridades científicas y de los distintos libros que él aún respetaba, consultaba y seguía. Los títulos de algunos capítulos de esa obra despejan toda duda: ‘De cómo el amor se puede engendrar y de las cosas que retienen la virtud de los medicamentos amorosos’, ‘cómo se pueden falsificar las piedras preciosas de diversas maneras’, ‘cómo cultivar una mandrágora’, ‘sobre diferentes frutos y vinos deliciosos y medicinales’.
Con todo, Daragon ha rescatado el testimonio del lugar que Della Porta tenía entre sus contemporáneos al escribir que: ‘plus qu'aucun autre savant de son temps, il répandit le goût des sciences naturelles, auxquelles il rendit d'importants services. Il s'attacha le plus souvent à ramener à des lois générales les phénomènes alors inexpliqués et quelquefois à les expliquer par des causes naturelles; il dénonça les manoeuvres d' alchimistes charlatans et porta ses investigations sur de nombreux points de physique. On lui doit la découverte de la chambre obscure, ainsi qu'un grand nombre d'expériences d'optique très curieuses. Il a beaucoup écrit sur les miroirs planes, convexes, ardents, etc., et plusieurs auteurs lui attribuent même la première idée des télescopes’ [‘más que cualquier otro sabio de su tiempo tuvo el gusto por las ciencias naturales, a las que hizo importantes servicios, resaltando como el más entendido al aplicar las leyes generales a fenómenos antaño inexplicables y algunas veces al explicar sus causas naturales. Denunció las maniobras de alquimistas charlatanes e hizo distintas investigaciones en distintos campos de la física. Descubrió la cámara oscura, al igual que otro gran número de fenómenos ópticos muy curiosos. Escribió bellamente sobre los espejos planos, convexos, ardientes, y algunos sabios le han atribuido las primeras ideas de los telescopios’].
Figura casi olvidada en nuestros días, Della Porta se perfila como uno de los primeros hombres en buscar una explicación científica a los fenómenos naturales, y aunque puedan encontrarse en sus libros los últimos resabios de una concepción mágica del mundo y la Naturaleza, conserva para nosotros una visión del cosmos ya casi perdida.
Referencias:
- Giambattista Della Porta, 'La magie naturelle; ou, Les secrets et miracles de la nature'. Edición con los primeros libros de la obra disponible en Internet Archive.
Xviii Lll - 05 Marzo 2009 - Magiae Naturalis
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