Carmina Burana
Desde su musicalización por el compositor alemán Carl Orff entre 1935 y 1936, los Carmina Burana han tenido una difusión amplísima tanto en filmes como en espectáculos audiovisuales, incluidas funciones de lucha libre e infinidad de álbumes de grupos musicales.
Actualmente se conoce con este nombre un conjunto de 119 hojas con 254 poemas reunidas en un códice que forma parte de la Bibliotheca Regia Monacensis [la actual Bayerische Staatsbibliothek], y bautizados así por Johan Andreas Schmeller, en 1847. ‘Burana’ es el hombre latinizado de ‘Beuern’ o ‘Bayer’, lugar donde se encuentra la abadía benedictina -o ‘Benediktbeuern’-, fundada en el lejanísimo 733 a los pies de de los Alpes Bávaros, y donde fueron conservados hasta su redescubrimiento en 1802. Previa a la publicación completa de Schmeller hay que resaltar también la publicación parcial de Bernhard Joseph Docen en 1806 y la de Jacob Grimm poco antes de 1844.
La fecha de su composición es incierta, aunque se tiene por más aceptada la idea de que su escritura se llevó a cabo entre los siglos XI y XIII, utilizando un latín ‘macarrónico’ -esto es, ‘impuro’- que echaba mano de términos, frases y la sintaxis del lenguaje cotidiano; también en este códice se encuentran poemas escritos en dialecto de la Media-Alta Alemania, y algunos otros fueron redactados en francés antiguo. El uso del latín en ellos no es fortuito: en esa época el latín aún era ‘lingua franca’ y podía ser entendida tanto por la población como las autoridades civiles y religiosas de la mayor parte de Europa, y el ‘metro’ empleado para versificar no era otro más que el usado en los himnos eclesiales y en el canto llano, o gregoriano.
Suelen dividirse en 6 grandes grupos, cuyos temas son: Carmina ecclesiastica [poemas con temas religiosos], Carmina moralia et satirica [poemas satíricos y morales], Carmina amatoria [poemas de amor], Carmina potoria [poemas de juerga, que incluyen también canciones de juego y parodias], Ludi [representaciones religiosas] y un Supplementum [diferentes versiones de algunos poemas con variaciones en el texto].
Pueden encontrarse entre ellos algunos poemas de Ovidio, Ausonio, Juvenal y Horacio, aunque poco más de sus dos terceras partes fueron escritas por los ‘Goliardos’, grupo de estudiantes eclesiásticos –o seminaristas tanto seculares como religiosos- que encontraban en estas composiciones el medio ideal para expresar su inconformidad a las situaciones que consideraban injustas, resaltando los excesos del clero y la nobleza, y alabando el amor y la vida campestre además de la camaradería de tabernas y posadas. Se encontraban tanto en universidades de Inglaterra, Italia, como Francia y Alemania.
Los estudiosos aún no precisan del todo la procedencia de ese nombre, siendo tres las conjeturas más probables: la primera resalta el carácter de glotonería que identificaba a tales estudiantes [‘gula’, en latín y español], la segunda se refiere al mítico Goliat, el gigante contra quien peleó David, para acentuar su carácter de bebedores recios y empedernidos, y la más aceptada en ámbitos académicos es la que basa sus orígenes en una serie de cartas entre San Bernardo y el papa Inocencio II, donde se habla de Pedro Abelardo nombrándosele con el pseudónimo de Goliat, y creando por relación directa entre éste y los estudiantes que se adherían a las ideas de Abelardo el nombre de ‘Goliardos’.
Con todo y parecer un grupo de estudiantes fanfarrones y dados a los desmanes y la vida disipada, en el Concilio de Treves en 1227 se les prohibió tomar parte como cantores en el culto de la Misa católica, y en 1229 los goliardos participaron en los disturbios de la Universidad de París, relacionándoseles con las intrigas del legado papal de aquel entonces. El punto final de su exclusión y proscripción se dio en el Concilio de París en 1290 donde se estableció explícitamente que los clérigos 'no deben ser juglares, goliardos ni bufones', y en 1300 en un concilio celebrado en Colonia se les prohibió tajantemente orar para obtener indulgencias, y posteriormente traficar con ellas.
A pesar de que es posible identificar un alto grado de epicureismo en su visión de la vida, el pesimismo no está ausente de algunos poemas que no han perdido su vigencia, aún pasados ya 800 años desde que fueron escritos. Ejemplo de esto es el que comienza con el verso ‘Estuans interius’ y que incluyó Orff en su musicalización, en donde se retrata el fatalismo de quien se ve a sí mismo como una hoja a merced del viento, y se considera ‘ávido de placer más que de salvación, muerto en el alma y aún preocupado por cuidar del cuerpo’ [‘voluptatis avidus magis quam salutis, mortuus in anima curam gero cutis!’].
Entre los más jocosos sobresale aquel poema que tiene tintes de himno para bebedores y clientes frecuentes de la taberna: ‘In taberna quando sumus’, donde se escribe que al calor de la bebida tanto el Papa como el Rey, amén de siervos y monjas y monjes y soldados y niños y pobres y ricos, todos se hermanan a una, exponiéndose a fin de cuentas a que sus nombres no sean escritos en el libro de los justos [‘qui nos rodunt confundantur et cum iustis non scribantur’].
Mención especial merece el archiconocidísimo poema ‘O Fortuna’, que ha querido verse constantemente como una réplica a la sermonería medieval y en pleno auge en aquellos siglos.
Dejándose de lado la Providencia Divina se vuelve la mirada a la Fortuna, Emperatriz del mundo, poniendo de manifiesto lo caprichosa que suele ser, que ya puede estar a favor o en contra nuestra: ‘O Fortuna velut luna statu variabilis, semper crescis aut decrescis; vita detestabilis nunc obdurat et tunc curat ludo mentis aciem, egestatem, potestatem, dissolvit ut glaciem.’ [‘Oh Fortuna! Como la luna de cambiante estado, siempre crece o decrece; la vida detestable hoy golpea o cura según le pega en gana, la pobreza y la riqueza, disuelve como hielo’]. La figura de la Rueda de la Fortuna como un símbolo del caprichoso destino ha estado presente en la mitología de todos los pueblos, permitiéndole al hombre común jugar con el deseo y la posibilidad de que las cosas por más adversas que sean, pueden mejorar en cualquier momento, de allí que el escritor anónimo remate su poema gritando a voz en cuello: ‘Hac in hora sine mora corde pulsum tangite, quod per sortem sernit fortem, mecum omnes plangite!’ [En esta hora y sin tardanza pulsa las cuerdas vibrantes, y lo que la suerte le quita al más fuerte, ¡lloren todos conmigo!].
Referencias:
Desde su musicalización por el compositor alemán Carl Orff entre 1935 y 1936, los Carmina Burana han tenido una difusión amplísima tanto en filmes como en espectáculos audiovisuales, incluidas funciones de lucha libre e infinidad de álbumes de grupos musicales.
Actualmente se conoce con este nombre un conjunto de 119 hojas con 254 poemas reunidas en un códice que forma parte de la Bibliotheca Regia Monacensis [la actual Bayerische Staatsbibliothek], y bautizados así por Johan Andreas Schmeller, en 1847. ‘Burana’ es el hombre latinizado de ‘Beuern’ o ‘Bayer’, lugar donde se encuentra la abadía benedictina -o ‘Benediktbeuern’-, fundada en el lejanísimo 733 a los pies de de los Alpes Bávaros, y donde fueron conservados hasta su redescubrimiento en 1802. Previa a la publicación completa de Schmeller hay que resaltar también la publicación parcial de Bernhard Joseph Docen en 1806 y la de Jacob Grimm poco antes de 1844.
La fecha de su composición es incierta, aunque se tiene por más aceptada la idea de que su escritura se llevó a cabo entre los siglos XI y XIII, utilizando un latín ‘macarrónico’ -esto es, ‘impuro’- que echaba mano de términos, frases y la sintaxis del lenguaje cotidiano; también en este códice se encuentran poemas escritos en dialecto de la Media-Alta Alemania, y algunos otros fueron redactados en francés antiguo. El uso del latín en ellos no es fortuito: en esa época el latín aún era ‘lingua franca’ y podía ser entendida tanto por la población como las autoridades civiles y religiosas de la mayor parte de Europa, y el ‘metro’ empleado para versificar no era otro más que el usado en los himnos eclesiales y en el canto llano, o gregoriano.
Suelen dividirse en 6 grandes grupos, cuyos temas son: Carmina ecclesiastica [poemas con temas religiosos], Carmina moralia et satirica [poemas satíricos y morales], Carmina amatoria [poemas de amor], Carmina potoria [poemas de juerga, que incluyen también canciones de juego y parodias], Ludi [representaciones religiosas] y un Supplementum [diferentes versiones de algunos poemas con variaciones en el texto].
Pueden encontrarse entre ellos algunos poemas de Ovidio, Ausonio, Juvenal y Horacio, aunque poco más de sus dos terceras partes fueron escritas por los ‘Goliardos’, grupo de estudiantes eclesiásticos –o seminaristas tanto seculares como religiosos- que encontraban en estas composiciones el medio ideal para expresar su inconformidad a las situaciones que consideraban injustas, resaltando los excesos del clero y la nobleza, y alabando el amor y la vida campestre además de la camaradería de tabernas y posadas. Se encontraban tanto en universidades de Inglaterra, Italia, como Francia y Alemania.
Los estudiosos aún no precisan del todo la procedencia de ese nombre, siendo tres las conjeturas más probables: la primera resalta el carácter de glotonería que identificaba a tales estudiantes [‘gula’, en latín y español], la segunda se refiere al mítico Goliat, el gigante contra quien peleó David, para acentuar su carácter de bebedores recios y empedernidos, y la más aceptada en ámbitos académicos es la que basa sus orígenes en una serie de cartas entre San Bernardo y el papa Inocencio II, donde se habla de Pedro Abelardo nombrándosele con el pseudónimo de Goliat, y creando por relación directa entre éste y los estudiantes que se adherían a las ideas de Abelardo el nombre de ‘Goliardos’.
Con todo y parecer un grupo de estudiantes fanfarrones y dados a los desmanes y la vida disipada, en el Concilio de Treves en 1227 se les prohibió tomar parte como cantores en el culto de la Misa católica, y en 1229 los goliardos participaron en los disturbios de la Universidad de París, relacionándoseles con las intrigas del legado papal de aquel entonces. El punto final de su exclusión y proscripción se dio en el Concilio de París en 1290 donde se estableció explícitamente que los clérigos 'no deben ser juglares, goliardos ni bufones', y en 1300 en un concilio celebrado en Colonia se les prohibió tajantemente orar para obtener indulgencias, y posteriormente traficar con ellas.
A pesar de que es posible identificar un alto grado de epicureismo en su visión de la vida, el pesimismo no está ausente de algunos poemas que no han perdido su vigencia, aún pasados ya 800 años desde que fueron escritos. Ejemplo de esto es el que comienza con el verso ‘Estuans interius’ y que incluyó Orff en su musicalización, en donde se retrata el fatalismo de quien se ve a sí mismo como una hoja a merced del viento, y se considera ‘ávido de placer más que de salvación, muerto en el alma y aún preocupado por cuidar del cuerpo’ [‘voluptatis avidus magis quam salutis, mortuus in anima curam gero cutis!’].
Entre los más jocosos sobresale aquel poema que tiene tintes de himno para bebedores y clientes frecuentes de la taberna: ‘In taberna quando sumus’, donde se escribe que al calor de la bebida tanto el Papa como el Rey, amén de siervos y monjas y monjes y soldados y niños y pobres y ricos, todos se hermanan a una, exponiéndose a fin de cuentas a que sus nombres no sean escritos en el libro de los justos [‘qui nos rodunt confundantur et cum iustis non scribantur’].
Mención especial merece el archiconocidísimo poema ‘O Fortuna’, que ha querido verse constantemente como una réplica a la sermonería medieval y en pleno auge en aquellos siglos.
Dejándose de lado la Providencia Divina se vuelve la mirada a la Fortuna, Emperatriz del mundo, poniendo de manifiesto lo caprichosa que suele ser, que ya puede estar a favor o en contra nuestra: ‘O Fortuna velut luna statu variabilis, semper crescis aut decrescis; vita detestabilis nunc obdurat et tunc curat ludo mentis aciem, egestatem, potestatem, dissolvit ut glaciem.’ [‘Oh Fortuna! Como la luna de cambiante estado, siempre crece o decrece; la vida detestable hoy golpea o cura según le pega en gana, la pobreza y la riqueza, disuelve como hielo’]. La figura de la Rueda de la Fortuna como un símbolo del caprichoso destino ha estado presente en la mitología de todos los pueblos, permitiéndole al hombre común jugar con el deseo y la posibilidad de que las cosas por más adversas que sean, pueden mejorar en cualquier momento, de allí que el escritor anónimo remate su poema gritando a voz en cuello: ‘Hac in hora sine mora corde pulsum tangite, quod per sortem sernit fortem, mecum omnes plangite!’ [En esta hora y sin tardanza pulsa las cuerdas vibrantes, y lo que la suerte le quita al más fuerte, ¡lloren todos conmigo!].
Referencias:
- Edición electrónica. Schmeller. Carmina Burana, lateinische und deutsche Lieder und Gedichte einer Handschrift des XIII Jahrhunderts aus Benedictbeuren auf der K. Bibliothek zu München; (1883). Disponible en Internet Archive.
Edición electrónica. Breul. The Cambridge Songs; a Goliard's song book of the 11th Century. Edited from the unique manuscript in the University Library by Karl Breul (1915). Disponible en Internet Archive.- Edición electrónica. Grimm. Lateinische Gedichte des X. und XI. Jahrhunderts (1838). Disponible en Internet Archive.
Derechos reservados.
Los derechos sobre la cabecera, tipografías, diseño, colores, perfiles de color, gráficos y fotografía de los artículos ya impresos pertenecen única y exclusivamente a El Diario NTR Zacatecas.
Todos los derechos sobre el texto quedan reservados a su autor.
Comentarios
Hay una pieza de la composición de Orff que no recurre a las letras (al menos en la típica versión de CD), según los títulos se llama "Tanz", la que más apego me provoca, creo que es porque encuentro el sonido cercano a los compositores mexicanos de la primera mitad del siglo anterior y me parece el remanso de toda la épica obra.
Como siempre, la nota se agradece por el resultante efecto de descubrimiento que regala.
Esa pieza, que es una de las dos netamente musicales en la obra de Orff, es un homenaje pensado a los juglares y trovadores de la época de los poemas.
Es imposible retratar al vivo el ambiente festivo que acompañaba algunos de esos juegos escénicos, y aunque hay magníficos intentos de rescate pensados precisamente en esas figuras, es prácticamente imposible encontrar ritmos, armonías o temas que puedan sostenerse como auténticas.
En varios Carmina existen anotaciones de una escritura 'pneumática', es decir, la misma escritura usada para el canto llano, pero con la diferencia de que en esas pequeñas anotaciones no hay líneas, de manera que el sentido puede interpretarse como más le parezca al interesado en la obra.
Y si pensamos que aunque alemán y pensando en el medioevo, Orff musicalizó esas poesías en la década de los 30, entonces sí es posible encontrar algo de ese saborcito que sentimos más a tono con la composición musical de los compositores mexicanos de principios del siglo XX:
el 'Homenaje a García Lorca' fue escrito por Revueltas en 1936, y algunos ritmos se hermanan hasta lo increíble con la Tanz de Carl.
De nueva cuenta, mil gracias por tu comentario.
Francisco.
Saludo de todas formas.