Evangelia apocrypha
Hace varios años que en México se estrenó un filme lleno de polémica por su tema central, doce de noviembre de mil novecientos noventa y nueve fue el día, y el nombre de la cinta ‘Stigmata’.
La trama gira alrededor de una mujer que recibe los ‘estigmas’ de Cristo -como advertencia para el mundo- de un sacerdote fallecido quien desde el más allá intenta dar a conocer un escrito que podría cimbrar los cimientos mismos del cristianismo como lo entendemos hoy día. Dicho escrito sería el ‘Evangelio de Tomás’ que muchos han creído fue escrito por el mismo Jesucristo.
El Evangelio de Tomás [Κατά Θωμάν Ευαγγέλιον] es uno de los varios Evangelios Apócrifos [Evangelia apocrypha, en latín] encontrados de manera similar a los textos del Mar Muerto. Comúnmente conocidos como Códices de Nag Hammadi [Naj` Hammadi, nombre árabe de este lugar emplazado en el corazón mismo de Egipto], son escritos redactados entre el tercer y el cuarto siglo de nuestra era, en su mayoría pertenecientes a sectas gnósticas que algunas veces emparentaban con la tradición judía y otras con la tradición cristiana, aunque también incluyen tres fragmentos del llamado ‘Corpus Hermeticum’, y una traducción alterada de ‘La República’ de Platón. Todos están escritos en copto. Es común entre los estudiosos referirse a los códices de Nag Hammadi como ‘una continuación de aquello que quedó inconcluso en los Rollos del Mar Muerto’, aunque ambos conjuntos de escritos estén bien definidos y sean hasta cierto punto independientes.
El calificativo de ‘apócrifos’ [άπόκρυφα] ha adquirido la connotación de ‘espurio’ o ‘falso’. En su tiempo, dicho vocablo tenía sobre todo un sentido de ‘oculto’ o de ‘no oficialmente aceptado’. Este calificativo frecuentemente se incluía en el mismo título de los textos, indicando que se trataban de narraciones o escritos cuya finalidad era ampliar, interpretar, reafirmar o incluso negar, algunas versiones de los hechos recogidos en alguno de los cuatro evangelios hoy considerados ‘canónicos’ por el cristianismo.
La intención de dichos evangelios era legitimar cada una de las distintas corrientes religiosas –e ideológicas- que surgieron ya en los primeros años del cristianismo y entre las que sobresalen la corriente gnóstica, que pretendía poseer una tradición apostólica transmitida en secreto a los miembros de esta secta, y los ‘sethitas’ que proclamaban a Jesús el Cristo como una reencarnación de Seth, el tercer hijo de Adán y Eva.
Ente los primeros cristianos algunos de estos Evangelios Apócrifos circulaban ampliamente, y se les tenía en gran estima siendo vistos como complementos ‘no inspirados’ de los Evangelios Canónicos. La sencillez y hasta cierto punto la falta de ornamentación de los Evangelios Canónicos se atribuía a la inspiración divina, de allí que el carácter de una escritura ‘más humana’ o más ‘terrena’ que se advierte en los apócrifos les impidiera ocupar un lugar entre los aquellos.
Se dividen generalmente en categorías cuyos nombres especifican el tenor del evangelio en cuestión, ellas son: Evangelios de la Infancia [Evangelio de la Infancia Árabe, Historia de José el Carpintero, Vida de Juan el Bautista], Evangelios Judeo-cristianos [Evangelio de los Hebreos, Evangelio de los Nazarenos, Evangelio de los Ebionitas], Evangelios 'rivales' de los canónicos [Evangelio de Marción, Evangelio de Mani, Evangelio de Apeles, Evangelio de los Bardesanos, Evangelio de Basílides, Evangelio de Cerinto], Evangelios de los 'dichos' o Agrapha [Evangelio de Tomás], Evangelios de la Pasión [Evangelio de Pedro, Evangelio de Nicodemo -también llamado 'Hechos de Pilato'-, Evangelio de Bartolomé, Las preguntas de Bartolomé, La Resurrección de Jesús el Cristo].
Aunque varios Evangelios Apócrifos circularon fragmentariamente siglos antes del descubrimiento de la Biblioteca de Nag Hammadi -en diciembre de 1945-, a partir de este año los investigadores pudieron trabajar con fuentes de primera mano y estudiar de una manera directa los Evangelios Apócrifos que anteriormente sólo se conocían por medio de traducciones y que habían sido publicados en limitadísimas y muy contadas ocasiones.
Entre las ediciones más reconocidas anteriores al descubrimiento de estos códices se encuentra la de Konstantin von Tischendorf, quien en 1853 publicó sus ‘Evangelia Apocripha adhibitis plurimis codicibus graecis et latinis maximam partem nunc primum consultis atque ineditorum copia insignibus’ [Evangelios Apócrifos obtenidos de varios códices griegos y latinos -la mayor parte consultados por primera vez- y también de insignes copias inéditas], con textos en griego –traducidos del copto- y un aparato crítico escrito íntegramente en latín.
Las 1156 páginas escritas que conforman el corpus de Nag Hammadi han sido traducidas al francés e inglés en dos proyectos ambiciosos: el primero de ellos a cargo de James M. Robinson que cristalizó en 14 volúmenes publicados entre 1975 y 1995 que fueron re-editados y reimpresos en 5 grandes volúmenes que abarcan un total de 5148 páginas impresas bajo el nombre de “The Coptic Gnostic Libray”, en el año 2000.
El segundo de ellos, a cargo de la Université Laval [Québec, Canada] y supervisado por Louis Painchaud, comenzó en 1966 con la publicación de los "Kephalaia zweite Hälfte, I/2" editados por Alexander Böhlig y Wolf-Peter Funk, y cuyo último volumen fue publicado en el 2004 como “Allogène (NH XI,3)” por Wolf-Peter Funk, Paul-Hubert Poirier, Madeleine Scopello y John D. Turner.
Como puede observarse, el interés en los estudios de estos Evangelios sigue vigente y aún cuando se ha comprobado que no fueron escritos directamente por mano de los apóstoles y discípulos de Jesús el Cristo, arrojan información valiosísima sobre algunas cuestiones que incluso la Iglesia Católica conserva dentro de su Tradición: los nombres de los padres de María la madre de Jesús –Joaquín y Ana-, son sólo un ejemplo.
Hace varios años que en México se estrenó un filme lleno de polémica por su tema central, doce de noviembre de mil novecientos noventa y nueve fue el día, y el nombre de la cinta ‘Stigmata’.
La trama gira alrededor de una mujer que recibe los ‘estigmas’ de Cristo -como advertencia para el mundo- de un sacerdote fallecido quien desde el más allá intenta dar a conocer un escrito que podría cimbrar los cimientos mismos del cristianismo como lo entendemos hoy día. Dicho escrito sería el ‘Evangelio de Tomás’ que muchos han creído fue escrito por el mismo Jesucristo.
El Evangelio de Tomás [Κατά Θωμάν Ευαγγέλιον] es uno de los varios Evangelios Apócrifos [Evangelia apocrypha, en latín] encontrados de manera similar a los textos del Mar Muerto. Comúnmente conocidos como Códices de Nag Hammadi [Naj` Hammadi, nombre árabe de este lugar emplazado en el corazón mismo de Egipto], son escritos redactados entre el tercer y el cuarto siglo de nuestra era, en su mayoría pertenecientes a sectas gnósticas que algunas veces emparentaban con la tradición judía y otras con la tradición cristiana, aunque también incluyen tres fragmentos del llamado ‘Corpus Hermeticum’, y una traducción alterada de ‘La República’ de Platón. Todos están escritos en copto. Es común entre los estudiosos referirse a los códices de Nag Hammadi como ‘una continuación de aquello que quedó inconcluso en los Rollos del Mar Muerto’, aunque ambos conjuntos de escritos estén bien definidos y sean hasta cierto punto independientes.
El calificativo de ‘apócrifos’ [άπόκρυφα] ha adquirido la connotación de ‘espurio’ o ‘falso’. En su tiempo, dicho vocablo tenía sobre todo un sentido de ‘oculto’ o de ‘no oficialmente aceptado’. Este calificativo frecuentemente se incluía en el mismo título de los textos, indicando que se trataban de narraciones o escritos cuya finalidad era ampliar, interpretar, reafirmar o incluso negar, algunas versiones de los hechos recogidos en alguno de los cuatro evangelios hoy considerados ‘canónicos’ por el cristianismo.
La intención de dichos evangelios era legitimar cada una de las distintas corrientes religiosas –e ideológicas- que surgieron ya en los primeros años del cristianismo y entre las que sobresalen la corriente gnóstica, que pretendía poseer una tradición apostólica transmitida en secreto a los miembros de esta secta, y los ‘sethitas’ que proclamaban a Jesús el Cristo como una reencarnación de Seth, el tercer hijo de Adán y Eva.
Ente los primeros cristianos algunos de estos Evangelios Apócrifos circulaban ampliamente, y se les tenía en gran estima siendo vistos como complementos ‘no inspirados’ de los Evangelios Canónicos. La sencillez y hasta cierto punto la falta de ornamentación de los Evangelios Canónicos se atribuía a la inspiración divina, de allí que el carácter de una escritura ‘más humana’ o más ‘terrena’ que se advierte en los apócrifos les impidiera ocupar un lugar entre los aquellos.
Se dividen generalmente en categorías cuyos nombres especifican el tenor del evangelio en cuestión, ellas son: Evangelios de la Infancia [Evangelio de la Infancia Árabe, Historia de José el Carpintero, Vida de Juan el Bautista], Evangelios Judeo-cristianos [Evangelio de los Hebreos, Evangelio de los Nazarenos, Evangelio de los Ebionitas], Evangelios 'rivales' de los canónicos [Evangelio de Marción, Evangelio de Mani, Evangelio de Apeles, Evangelio de los Bardesanos, Evangelio de Basílides, Evangelio de Cerinto], Evangelios de los 'dichos' o Agrapha [Evangelio de Tomás], Evangelios de la Pasión [Evangelio de Pedro, Evangelio de Nicodemo -también llamado 'Hechos de Pilato'-, Evangelio de Bartolomé, Las preguntas de Bartolomé, La Resurrección de Jesús el Cristo].
Aunque varios Evangelios Apócrifos circularon fragmentariamente siglos antes del descubrimiento de la Biblioteca de Nag Hammadi -en diciembre de 1945-, a partir de este año los investigadores pudieron trabajar con fuentes de primera mano y estudiar de una manera directa los Evangelios Apócrifos que anteriormente sólo se conocían por medio de traducciones y que habían sido publicados en limitadísimas y muy contadas ocasiones.
Entre las ediciones más reconocidas anteriores al descubrimiento de estos códices se encuentra la de Konstantin von Tischendorf, quien en 1853 publicó sus ‘Evangelia Apocripha adhibitis plurimis codicibus graecis et latinis maximam partem nunc primum consultis atque ineditorum copia insignibus’ [Evangelios Apócrifos obtenidos de varios códices griegos y latinos -la mayor parte consultados por primera vez- y también de insignes copias inéditas], con textos en griego –traducidos del copto- y un aparato crítico escrito íntegramente en latín.
Las 1156 páginas escritas que conforman el corpus de Nag Hammadi han sido traducidas al francés e inglés en dos proyectos ambiciosos: el primero de ellos a cargo de James M. Robinson que cristalizó en 14 volúmenes publicados entre 1975 y 1995 que fueron re-editados y reimpresos en 5 grandes volúmenes que abarcan un total de 5148 páginas impresas bajo el nombre de “The Coptic Gnostic Libray”, en el año 2000.
El segundo de ellos, a cargo de la Université Laval [Québec, Canada] y supervisado por Louis Painchaud, comenzó en 1966 con la publicación de los "Kephalaia zweite Hälfte, I/2" editados por Alexander Böhlig y Wolf-Peter Funk, y cuyo último volumen fue publicado en el 2004 como “Allogène (NH XI,3)” por Wolf-Peter Funk, Paul-Hubert Poirier, Madeleine Scopello y John D. Turner.
Como puede observarse, el interés en los estudios de estos Evangelios sigue vigente y aún cuando se ha comprobado que no fueron escritos directamente por mano de los apóstoles y discípulos de Jesús el Cristo, arrojan información valiosísima sobre algunas cuestiones que incluso la Iglesia Católica conserva dentro de su Tradición: los nombres de los padres de María la madre de Jesús –Joaquín y Ana-, son sólo un ejemplo.
Referencias:
- Evangelia Apocrypha de Tischendrof [pdf].
- Bibliothèque copte de Nag Hammadi.
- Registro de ‘The Coptic Gnostic Library By James McConkey Robinson’ en Google Books.
V LLL - 20 NOVIEMBRE 2008 - Evangelia Apocrypha
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