Bibliotecas virtuales
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Si el advenimiento del Internet ha cambiado nuestros hábitos de lectura, hay otros aspectos de nuestra vida diaria que también están siendo modificados poco a poco y de una forma tan gradual, que dichos cambios sólo pueden apreciarse en retrospectiva, mirando hacia el pasado.
Quienes tenemos más de treinta años estamos aún acostumbrados a utilizar una biblioteca, encuéntrese en casa o en un recinto proporcionado por el estado para tales fines. Y es precisamente la idea misma de lo que es una biblioteca la que en los últimos años ha conocido un cambio radical en su estructura misma, para dejar de ser solamente un conjunto ordenado de libros, convirtiéndose en un depósito [repository] de documentos en formatos electrónicos.
Lo que tienen en común la biblioteca pública del estado, una biblioteca virtual y la desaparecida biblioteca de Alejandría, es precisamente que los volúmenes resguardados en ellas tienen valor sobre todo por la información contenida en ellos. Al pensar en términos de información puede verse que un libro de papel es mucho más delicado y requiere más cuidado que un libro electrónico o e-book, que puede guardarse en una memoria portátil, en el buzón de una cuenta de correo, o en un disco duro en algún servidor que ofrezca el servicio de almacenamiento de datos. La necesidad de tener la información siempre a la mano ocasiona que se busque tener un duplicado de los libros considerados útiles, valiosos o importantes en otros formatos o medios que no sean el papel. Al tratarse de información -aquello que está escrito en el libro y que se busca resguardar-, advertimos que existen varias formas de obtener un duplicado del contenido.
El más rudimentario –y también común, en el inicio de la era del Internet- consistía en la transcripción del volumen deseado. Una persona o un grupo de personas se encargaban de reescribir un libro completo y guardarlo en forma de documento de texto que podía leerse posteriormente con algún procesador de textos sin importar lo rudimentario o avanzado que este último fuera. La transcripción de un libro funcionaba perfectamente bien mientras se tratara de texto, un problema surgía cuando había imágenes de por medio: ¿cómo insertar un mapa, un grabado o una fotografía en el documento que se estaba transcribiendo? Con el avance de los procesadores de texto fue posible posteriormente agregar imágenes, aumentando la claridad y la utilidad de ese libro electrónico.
Algo diferente sucede con los libros considerados valiosos o raros, que son difíciles de encontrar y consultar, sea por lo limitado de sus tiradas, o por el tiempo que ha pasado desde que fueron impresos. En tales casos aunque el contenido sigue considerándose como importante, el valor estético y económico del libro desplaza el valor de la información impresa en el. Con este tipo de libros lo común es fotografiar cada una de las páginas con la finalidad de tener una idea exacta de cómo lucen los textos y grabados en las ediciones originales. Dichas fotografías se han venido realizando con técnicas variadas: cámaras fotográficas digitales, escáneres de barrido, escáneres fijos, y también en este ámbito se advierte un avance considerable. Es posible guardar las fotografías tomadas a color de un libro, o quitar la información de color para guardarlo en blanco y negro -óptimo esto último para permitir que un libro digital sea impreso con medios convencionales, en cuyo caso el resultado final será casi el de una edición facsimilar-cambiar el tamaño de las imágenes, incluso es posible ‘extraer’ el texto de una imagen para editarlo y darle la presentación que deseemos.
Las bibliotecas virtuales generalmente cuentan con distintas estaciones de trabajo, cada una con un número determinado de operadores encargados de ‘digitalizar’ los libros con que se cuenta en la estantería de la institución. Así, tenemos que existen proyectos ambiciosos de digitalización llevados a cabo por universidades, municipios, asociaciones civiles, institutos culturales, incluso instituciones bancarias: uno de los más grandes estuvo bajo la dirección de Internet Archive, quien en colaboración con Microsoft llegó a digitalizar 10,000 libros diarios, en las 13 estaciones de escaneo con que contaba a mediados de este año.
Gracias a las conexiones de de Internet actuales la transferencia de grandes volúmenes de datos se realiza sin mayores problemas, permitiendo que una versión electrónica y a todo color de la Biblia de Gutenberg se descargue desde alguna biblioteca virtual para posteriormente leerla desde nuestro disco duro, o imprimirla en el papel de nuestra elección.
Entre las bibliotecas virtuales más importantes tanto por la calidad y contenidos de los volúmenes como por el número de títulos digitalizados día a día se encuentran: Internet Archive, la Biblioteca Virtual Cervantes, Googlebooks y el proyecto ‘Gallica 2’ de la Biblioteca Nacional de Francia.
Una infinidad de libros, títulos, materias y temas están al alcance de nuestra computadora y no es necesario comprar un boleto de avión a Europa para consultar la primera edición de El Conde de Montecristo o El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, basta con tener una conexión a Internet y el deseo y la curiosidad para ver lo que los últimos avances tecnológicos tienen para nosotros.
Referencias:
I LLL - 23 OCTUBRE 2008 - Bibliotecas Virtuales
Quienes tenemos más de treinta años estamos aún acostumbrados a utilizar una biblioteca, encuéntrese en casa o en un recinto proporcionado por el estado para tales fines. Y es precisamente la idea misma de lo que es una biblioteca la que en los últimos años ha conocido un cambio radical en su estructura misma, para dejar de ser solamente un conjunto ordenado de libros, convirtiéndose en un depósito [repository] de documentos en formatos electrónicos.
Lo que tienen en común la biblioteca pública del estado, una biblioteca virtual y la desaparecida biblioteca de Alejandría, es precisamente que los volúmenes resguardados en ellas tienen valor sobre todo por la información contenida en ellos. Al pensar en términos de información puede verse que un libro de papel es mucho más delicado y requiere más cuidado que un libro electrónico o e-book, que puede guardarse en una memoria portátil, en el buzón de una cuenta de correo, o en un disco duro en algún servidor que ofrezca el servicio de almacenamiento de datos. La necesidad de tener la información siempre a la mano ocasiona que se busque tener un duplicado de los libros considerados útiles, valiosos o importantes en otros formatos o medios que no sean el papel. Al tratarse de información -aquello que está escrito en el libro y que se busca resguardar-, advertimos que existen varias formas de obtener un duplicado del contenido.
El más rudimentario –y también común, en el inicio de la era del Internet- consistía en la transcripción del volumen deseado. Una persona o un grupo de personas se encargaban de reescribir un libro completo y guardarlo en forma de documento de texto que podía leerse posteriormente con algún procesador de textos sin importar lo rudimentario o avanzado que este último fuera. La transcripción de un libro funcionaba perfectamente bien mientras se tratara de texto, un problema surgía cuando había imágenes de por medio: ¿cómo insertar un mapa, un grabado o una fotografía en el documento que se estaba transcribiendo? Con el avance de los procesadores de texto fue posible posteriormente agregar imágenes, aumentando la claridad y la utilidad de ese libro electrónico.
Algo diferente sucede con los libros considerados valiosos o raros, que son difíciles de encontrar y consultar, sea por lo limitado de sus tiradas, o por el tiempo que ha pasado desde que fueron impresos. En tales casos aunque el contenido sigue considerándose como importante, el valor estético y económico del libro desplaza el valor de la información impresa en el. Con este tipo de libros lo común es fotografiar cada una de las páginas con la finalidad de tener una idea exacta de cómo lucen los textos y grabados en las ediciones originales. Dichas fotografías se han venido realizando con técnicas variadas: cámaras fotográficas digitales, escáneres de barrido, escáneres fijos, y también en este ámbito se advierte un avance considerable. Es posible guardar las fotografías tomadas a color de un libro, o quitar la información de color para guardarlo en blanco y negro -óptimo esto último para permitir que un libro digital sea impreso con medios convencionales, en cuyo caso el resultado final será casi el de una edición facsimilar-cambiar el tamaño de las imágenes, incluso es posible ‘extraer’ el texto de una imagen para editarlo y darle la presentación que deseemos.
Las bibliotecas virtuales generalmente cuentan con distintas estaciones de trabajo, cada una con un número determinado de operadores encargados de ‘digitalizar’ los libros con que se cuenta en la estantería de la institución. Así, tenemos que existen proyectos ambiciosos de digitalización llevados a cabo por universidades, municipios, asociaciones civiles, institutos culturales, incluso instituciones bancarias: uno de los más grandes estuvo bajo la dirección de Internet Archive, quien en colaboración con Microsoft llegó a digitalizar 10,000 libros diarios, en las 13 estaciones de escaneo con que contaba a mediados de este año.
Gracias a las conexiones de de Internet actuales la transferencia de grandes volúmenes de datos se realiza sin mayores problemas, permitiendo que una versión electrónica y a todo color de la Biblia de Gutenberg se descargue desde alguna biblioteca virtual para posteriormente leerla desde nuestro disco duro, o imprimirla en el papel de nuestra elección.
Entre las bibliotecas virtuales más importantes tanto por la calidad y contenidos de los volúmenes como por el número de títulos digitalizados día a día se encuentran: Internet Archive, la Biblioteca Virtual Cervantes, Googlebooks y el proyecto ‘Gallica 2’ de la Biblioteca Nacional de Francia.
Una infinidad de libros, títulos, materias y temas están al alcance de nuestra computadora y no es necesario comprar un boleto de avión a Europa para consultar la primera edición de El Conde de Montecristo o El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, basta con tener una conexión a Internet y el deseo y la curiosidad para ver lo que los últimos avances tecnológicos tienen para nosotros.
Referencias:
- http://www.archive.org/details/texts
- http://books.google.com/
- http://www.cervantesvirtual.com/
- http://gallica2.bnf.fr/
- Books Scanning to be Publicly Funded
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